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Eduardo Jordà

¿Qué fue del 15M?

No hay una prueba más dolorosa del fracaso del 15M que el hecho de que un partido como el PP siga siendo el partido más votado

Hace ya seis años del 15M? Lo más doloroso de saberlo no es constatar el viejo tópico de lo deprisa que pasa el tiempo, no. Lo más doloroso es comprobar que apenas queda nada de aquella explosión espontánea de quejas y de protestas. El gran Franco Battiato se sorprendía de que en Italia no hubiera habido un movimiento de protesta como el que hubo en España, pero fue así. Tampoco lo hubo en Francia ni en Alemania -ni mucho menos en Gran Bretaña-, al menos con la misma intensidad, porque los movimientos de protesta que hubo en el resto de Europa fueron débiles y minoritarios. Aquí no. Aquí fueron importantes y sacudieron a todo el país.

En aquellos días de mayo de 2011 se percibía una especie de entusiasmo contagioso y un ansia casi enfermiza de que sucediera algo, no sabíamos muy bien qué, pero algo que lo pusiera todo patas arriba y que no dejara piedra sobre piedra de eso que conocíamos como "el sistema" (sin saber muy bien, dicho sea de paso, qué diablos era el sistema). En el fondo, mucha gente soñaba con esos cambios drásticos a los que somos tan aficionados los españoles, esas revoluciones súbitas -y milagrosas- que prometen cambiarlo todo de arriba abajo y mejorar la vida de la gente en un pispás, y que luego se quedan en una cacofonía de ruido y de gritos y de heroísmo inútil que se apaga de repente con la misma virulencia con que se había iniciado. La historia de España tiene muchos momentos así: el dos de mayo de 1808, la revolución de 1868 que expulsó a Isabel II, las revueltas populares contra los sublevados franquistas en julio del 36...

Aunque ahora resulte difícil creerlo, el 15M fue un movimiento muy poco politizado. Por supuesto que muchos participantes pertenecían a la izquierda más o menos antisistema que al final se lo ha apropiado en provecho propio, pero en su momento las reivindicaciones eran mucho más administrativas que políticas. Nadie hablaba de "construir pueblo" ni de "romper el candado de la Constitución del 78" ni de "plurinacionalidad" ni de referendos soberanistas ni de toda esa palabrería hueca que ha aparecido después. Lo que se pedía, y con mucha razón, eran una serie de medidas inmediatas que saneasen un sistema político que se veía como ineficaz y corrompido: regeneración política, freno a la corrupción, mayor democracia interna en los partidos, una política económica que apoyase a los jóvenes que se habían quedado excluidos del sistema laboral, una audaz política de viviendas públicas que evitase los desahucios y los alquileres por las nubes, todo eso. En su día seguí las entrevistas digitales de varios líderes del 15M y me sorprendió que fuesen gente muy sensata que no pedía nada que no fuera factible a corto plazo. También me sorprendió que tuvieran muy escasos conocimientos de política y menos aún de Historia, pero ése es un fallo del que es culpable un sistema educativo que nadie -parece ser- se ha acordado de reformar, aparte del desinterés con que muchos jóvenes se han tomado la política hasta que ha sido demasiado tarde.

Sería interesante saber qué ha sido de esos antiguos líderes del 15M, pese a que ellos no se proclamaban líderes de nada. ¿Han encontrado trabajo? ¿Viven fuera de España? ¿Han conseguido un piso, un trabajo más o menos fijo, una cierta estabilidad? ¿Han tenido hijos? Sería bueno saberlo. Y no me refiero, claro está, a los que han encontrado una buena colocación en las inmensas agencias de empleo público que forman los partidos políticos, tanto los nuevos como los antiguos, no. Me refiero a la sociedad civil, esa sociedad civil que apenas existe en nuestro país pero que es la única que crea empleo y paga los impuestos con los que se financian nuestros servicios públicos. Por cierto, durante las movilizaciones del 15M se criticó -y con mucha razón- ese argumento falaz de que la crisis se había producido porque habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, sobre todo porque lo esgrimían quienes se habían puesto las botas saqueando el dinero público. Pero me resultó curioso que nadie se plantease si el sistema político que tenemos, con 17 mini-estados que gastan muchísimo y a menudo sin ningún control, es sostenible para una economía tan débil como la nuestra. De eso no se habló en ningún momento durante el 15M. Y ahora, seis años después, sigue sin decirse nada.

El grito de "No nos representan", que surgió espontáneamente durante las protestas del 15M, tiene un tufillo inquietantemente antidemocrático, pero es verdad que la situación que se vivía hace seis años invitaba a esa explosión un tanto temeraria de nihilismo político. En cualquier caso, no hay una prueba más dolorosa del fracaso del 15M que el hecho de que un partido como el PP -con los siniestros casos de corrupción que lleva a cuestas- siga siendo el partido más votado. Y que de momento no haya una alternativa clara de gobierno a la vista. Una alternativa, se entiende, que no resulte inútil y suicida.

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