El ilustre jurista Antonio Gómez se adentra en el boscoso Derecho Comparado, para concluir que el corrupto por triplicado Jaume Matas “está más limpio de sospecha” en el palacete que el vicepresidente Biel Barceló en los contratos a dedo a su jefe de campaña. Esta conclusión debe haber irritado al expresident, tres veces condenado y una encarcelado. El ministro de Aznar compró la lujosa vivienda con dinero de origen desconocido para ensuciarse, planteó un desafío porque quería demostrar su impunidad sin fronteras. La limpieza nunca fue una opción en aquel ejecutivo, basta aplicarle la regla de que solo se descubre un diez por ciento de los delitos realmente cometidos.
La erudita comparación a cargo del pirómano Gómez plantea un interesante ejercicio de equivalencias corruptas. Colocar al policondenado y confeso Matas como barómetro de pureza, permite entender la labor del hoy diputado del PP como vicepresidente del Govern más odiado y mediocre de la historia. De hecho, el saltimbanqui Gómez se personó como acusación contra Matas desde el ejecutivo autonómico, un dato que ahora olvida con la misma facilidad que exhibió para traicionar a su adorado jefe Bauzá con Company. Al reivindicar de nuevo a Matas en sede parlamentaria, vuelve a sus orígenes.
Al introducir al expresident corrupto en la ecuación de pureza, el insigne jurisperito también se está comparando a sí mismo. ¿Matas está “más limpio de sospecha” que Gómez? Dado que Barceló ni siquiera está imputado, el exigente criterio también incluye entre los sospechosos al diputado del PP, postulante de un enunciado que se conocerá a partir de ahora como el Teorema de Gómez. Bajo la necesidad de equipararse en corrupción al resto del espectro, subyace la convicción de la derecha sobre su imbatibilidad en este terreno. Para no herir susceptibilidades, el parlamentario conservador debió enunciar que “ninguno de los diputados aquí presentes está mas limpio de sospecha que Matas”. En esto nos pondríamos fácilmente de acuerdo.
