Los problemas complejos cuentan con soluciones imperfectas, que sólo logran perfeccionarse gracias a la prueba y el error. Las históricas campañas turísticas que ha vivido Mallorca en estos últimos años han permitido impulsar la economía y recuperar las cifras de empleo, pero también han intensificado la presión medioambiental y la saturación en determinadas zonas. Para hacer frente a esta problemática, y tras la prueba piloto del año pasado en la playa de Es Trenc, la Conselleria de Territori, Energia i Mobilitat del Consell de Mallorca quiere extender las restricciones circulatorias a otros espacios turísticos de notorio interés ecológico, como sería el caso este verano de Cala Varques, en Manacor, y de Cala s´Almoina y Es Caló des Moro, en Santanyí; y -ya en 2018- de Sa Calobra, el Faro de Formentor y el Port de Valldemossa. La limitación en el tráfico rodado iría acompañada del uso de buses lanzadera con el objetivo de racionalizar el disfrute de estos espacios de gran valor medioambiental. Además de modular la presión sobre el territorio y reducir el riesgo de accidentes, esta medida buscaría también mitigar la sensación de caos o de agobio a la que puntualmente se puede llegar durante los meses de verano. No cabe duda de que, para una isla como Mallorca, conseguir mantener su imagen de calidad como destino es fundamental.

Por supuesto, el debate a considerar es mucho más amplio y afecta al modelo turístico en su conjunto. A corto plazo, hay que saludar de forma positiva las grandes campañas de estos últimos veranos, por lo que han contribuido a la recuperación de la economía tras la profunda crisis que estalló en 2007. Más turismo significa más inversión, más empleo, más riqueza y prosperidad en definitiva. Pero conviene no dejar de lado la necesidad de afrontar el riesgo asociado a la masificación. Y saber preservar la marca Mallorca pasa también por lograr prevenir determinados excesos que pueden terminar afectando a nuestra imagen de calidad. Es preciso abordar estos obstáculos antes de que empiecen a dañar el atractivo de nuestras islas como destino vacacional.

Con las primeras medidas impulsadas por el Consell en lo que concierne a la limitación del tráfico rodado en algunos puntos de la isla, se ha abierto un debate que consideramos imprescindible, aunque la solución óptima todavía está a la espera. Como ante todo problema complejo y novedoso, la ciudadanía debe aceptar al principio cierto margen de error. Habrá que considerar a fondo los modelos que se utilizan en otros lugares y la conveniencia de adaptar cualquier solución a la realidad local. Al mismo tiempo, es exigible actuar de forma consensuada con los ayuntamientos y los vecinos, que son los primeros interesados en el buen funcionamiento de cualquier iniciativa de este tipo. Sin un acercamiento que tenga en cuenta en primer lugar los derechos y las demandas del vecindario y de los afectados de un modo más directo e inmediato, cualquier actuación de la Conselleria estará llamada al fracaso. Principios como la prudencia, el consenso y el diálogo resultan fundamentales para garantizar el éxito de unas decisiones que son de entrada inusuales. Eso y la necesidad de valorarlas críticamente al cabo de un tiempo, una vez que el cedazo de la prueba y del error nos ofrezca ya su valiosa información.