La pasada Fiesta del Libro ha servido como cada año para conocer el estado de la industria editorial. Y una de las informaciones más llamativas y relevantes es que el ebook, el libro electrónico, no arranca, o al menos que no pone en riesgo la supervivencia del libro convencional.
He aquí algunos datos: en los Estados Unidos, que es su principal mercado, el libro electrónico representa el 25% de las ventas, aunque lleva dos años cayendo, como también en Reino Unido, donde descendió un 1% en el último ejercicio. En España, la Federación de Gremios de Editores ha dado a conocer que el ebook alcanzó en 2016 el 28% de la producción editorial, pero apenas el 5,1% del global de facturación. Supone, con todo, un incremento de dos puntos respecto a las cifras de 2015. Además, según el CIS, mientras que el 78,6% de los españoles que leen opta por el libro impreso, solo un 11% prefiere el electrónico.
A partir de estos datos se han formulado numerosas hipótesis. Pero quizá la realidad sea muy simple: en un mercado abierto, cada cual actúa según sus preferencias. Algunos disfrutan con el libro de papel, otros en cambio prefieren las versiones digitales. Y ambos coexistirán pacíficamente, sin que vaya a ganar alguien una guerra que no existe. Con los periódicos, la disyuntiva es más compleja pero el parangón es también evidente.