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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

La rebelión como resurrección

La gente nace, muere y no es feliz, escribía Camus. Al final, su rebelión contra la vida y el destino, que casi le llevó al suicidio, fue incapaz de evitar la muerte del escritor, todavía muy joven, dejándonos a merced de Sartre, una auténtica desgracia. Camus vivió, murió, y seguramente fue infeliz? pero nos armó contra lo "terrible y necesario" de la existencia. Parece mentira que un agnóstico como el autor de La peste, haya elevado el estandarte de la vida como don ineluctable hasta límites insospechados. Siempre he tenido la convicción de que Albert, tan preocupado y militante de la esperanza, hubiera deseado "vivir más allá de", es decir, apuntarse a la hipótesis de la resurrección o algo semejante.

En definitiva, Sísifo nunca lo consigue, pero está clara su intención, y por esta razón le admiramos y deploramos su derrota implacable: unos dioses que no permiten que los humanos entremos en su círculo divino, nada tienen de dioses porque son unos egoístas. Tienen miedo. Camus siempre luchó contra divinidades semejantes, pero un vulgar accidente pudo más que su tormento interior, que su rebelión, que su "creer contra toda esperanza". Por esta razón, desde siempre me he sentido cercano al francés que hizo de la resistencia una forma de vida. Una forma que ha pasado de moda. Ya no resistimos, sencillamente "pasamos".

Jesuscristo resucitado nos regala, porque no es conquista nuestra, el don de la vida que retorna, que vuelve tras la muerte, en un círculo virtuoso que solamente encuentra explicación mistérica desde su experiencia del dolor en beneficio de los demás. Cristo resucitado es el signo inequívoco de que rebelarse contra la muerte mientras morimos por los hombres y mujeres que nos necesitan para sobrevivir, consigue convertirse en la tarea más urgente para la sociedad pero sobre todo para los creyentes. Sin diferenciación de bandos, sin eliminación de futuros posibles, sin cielos y sin infiernos previos. Quien muere entregando su vida por los demás, sabemos los cristianos, nunca muere del todo y acaba por formar parte de esa muchedumbre misteriosa que marcha tras la cruz de un tal Jesús de Nazaret, un Dios hecho carne, un Dios al que nos es permitido acceder. Nuestra rebelión contra la muerte se traduce en una muerte en rebelión contra la injusticia, contra el dolor humano, contra la riqueza excluyente, contra la violación del derecho de todos a la paz, a la serenidad, a la esperanza. Perder de vista este horizonte estoy convencido de que ha sido una pérdida sin retorno para una Europa envejecida. Si hemos decidido vivir sin rebelión, es que hemos saltado hasta la muerte aceptada sin solución. De nada sirve quejarnos de las consecuencias.

¿Qué escribiría Camus en la actualidad? Seguramente se rebelaría contra esa mentirosa vida virtual y el descaro con que encapsulamos nuestra libertad en algún invento fascinante para pasar de puntillas ante el dolor ajeno. Si nada nos satisface salvo "sobrepasar" la responsabilidad en la nave de la "alienación", pues muy bien, dejemos que el conjunto nos lleve a todos camino de una ilusión mortal. Siria carece de interés. Los refugiados apenas nos afectan ya. Trump resulta un caso sin remedio. La desigualdad económica tendremos que soportarla. El desempleo forma parte de la robotización. Los cristianos coptos pues ahí están. En democracia seguro que resistirá nuestra permanente tentación populista. Las víctimas del terrorismo son inevitables. Y tantas cosas semejantes. Todo pierde su relevancia y por lo tanto no es preciso rebelarse contra nada ni nadie, salvo si el dolor nos visita. Entonces sí. Entonces reclamamos que la sociedad se rebele por nosotros. Pero la sociedad es cegata, y pasa de la luminosidad clarividente. Sin darnos cuenta, jugamos la carta de Sartre y abandonamos la de Camus.

Por todo ello, en este tiempo pascual, todos volvemos a la vida en JesúsCristo salido del sepulcro, y solo se nos pide aceptarlo: en esto consiste la fe, bienvenidos sean quienes viven para los demás como él mismo lo hizo. Esa gente maravillosa que abandona sus poltronas de comodidad y de teorización para vivir en permanente conflicto con quienes perjudican a los demás. Sin descanso, como Jesucristo. A pesar del menosprecio social, también como él. Bienvenidos quienes, por los demás, son condenados a morir en cualquier calvario de la historia. Ellos y ellas resucitan a todos los restantes porque se han rebelado. Porque se han impuesto la tarea espléndida de inyectar vida a todos los que morimos de egoísmo.

Feliz Pascua. Rebelde Pascua.

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