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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Barceló, abrasado; Noguera, en capilla

¿Será verdad el viejo adagio de los clásicos, el que sentencia que los dioses primero ciegan a los mortales que han decidido perder? En Més se cumple la terrible sentencia de los vengativos habitantes del Olimpo: engatusaron a los dirigentes nacionalistas para que, ensoberbecidos, hicieran lo que tanto y tantas veces blandieron contra el PP. ¿Cómo puede entenderse que Barceló y Noguera no cayeran en la cuenta de que se adentraban en un cenagal? Ahora los lamentos son inútiles, solo cabe lo que no quieren hacer: dimitir. Desaparecer de la vida pública. Barceló es un muerto viviente. Si se empeña en seguir en la vicepresidencia y Armengol se lo consiente estaremos ante el final del pacto de izquierdas. Barceló asegura que se irá en el caso de que la investigación judicial prospere. Mejor que no aguarde acontecimientos futuros: irse en el momento actual es lo único honorable que está en condiciones de hacer. A Noguera no hay que recordarle, porque se lo han dicho, que de llegar a la alcaldía de Palma, lo hará con una mancha que no va a poder lavar. También está concernido por lo sucedido. Un poco de ética y una cierta estética deberían ser suficientes para que acepte apartarse. Es muy probable que de empecinarse en seguir quede tan abrasado como Barceló en el momento más inoportuno.

Més es hoy un partido en riesgo cierto de implosión. Los colegas de Menorca se lo han espetado a la cara: abandonando la coalición de gobierno, garantizando únicamente una precaria estabilidad a la declinante mayoría parlamentaria. Més se está adentrando en un espacio del que no sacará nada bueno. Es lo que aguardan los fosilizados dinosaurios del partido, los Morro, Sampol, Alorda, para nuevamente tener vara alta y practicar su siempre insatisfecha pulsión: tejer complicidades con la derecha para neutralizar al PSOE. Son otros tiempos los que vivimos. La vieja política no sirve como referencia. Ahí acampa Podemos, pétreo, a pesar de los pesares, para recordarlo.

La presidenta Armengol se tiene que confrontar con una galerna que requiere mucho temple para sortearla. Se necesita disponer de hechuras de gobernante. Si se comporta como hizo Antich en las crisis de los gobiernos que presidió (es una forma de contarlo, porque el senador Antich jamás fue capaz de presidir ni una asociación vecinal) estamos en puertas de una disolución de la Cámara y la convocatoria de elecciones anticipadas, salvo, por supuesto, que la presidenta trague con lo que le ponga delante Més y se avenga a concluir los dos años que quedan de legislatura en condiciones penosas: zarandeada por la oposición, que exigirá día a día responsabilidades políticas. Si la respuesta ha de ser la de "vosotros fuisteis de putas", que es la que se escuchó en el Parlament, el final es imaginable.

Més, conviene reiterarlo, está en peligro. Puede implosionar. Es muy difícil para un partido de sus características, que siempre ha exhibido la ética con razón o sin ella, soportar cómo sus máximos dirigentes se han enfrascado en prácticas que adjudicaban en exclusiva a la derecha. Lo que han hecho ha sido lo que siempre ha practicado el PP con evidente desparpajo y sin coste electoral, al menos apreciable. No ocurrirá lo mismo con Més. Si no prescinde de Barceló y Noguera su suerte está echada. Los dioses, otra vez, previamente habrán cegado a los que habían decidido perder. Alguien como Fina Santiago debería ser capaz de hacerles ver que la dimisión de ambos es la solución que Més tiene para poder afirmar que se equivocó, pero que al contrario de lo que sucede en la derecha han actuado con rapidez, sin importar que se haya tenido que descabezar a la cúpula.

Lo contrario, acotar los efectos de la deflagración, además de inútil, constatará que en Més los comportamientos son idénticos a los de los otros, los propios de una secta en la que se debe obediencia ciega al jefe.

Si ellos no actúan, que lo haga la presidenta Armengol. También se la juega.

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