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Matías Vallés

Al Azar

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El guiño de Salvador Pániker

Salvador Pániker ha muerto, aunque él probablemente lo expresaría de otra manera. Su terreno de juego siempre amplió la mera existencia, así que no le afecta el fin de partida. El mayor intelectual español, que no es decir gran cosa, sigue siendo una excelente compañía. Ingeniero y doctor en filosofía, abrió perspectivas al erigirse en lo más cercano a un pensador que compartió las dos culturas, científica y literaria. Comparen con Javier Cercas, que lee la teoría de la relatividad del revés en una aclamada novela.

Con entrevistarios que tendieron puentes entre Madrid y Barcelona, Pániker ejerció de traficante de convivencias. Encarnó el espíritu de la transición, desde una orilla liberal que hoy suena revolucionaria. Su detallista Segunda memoria sigue siendo el mejor viaje a las tripas del debut de la democracia. El filósofo que encabezó el derecho a la eutanasia desde un amor radical a la vida, combinaba la alta especulación teórica con los saraos. Alterna la devoción hacia lo frívolo con una definición de la divinidad difícil de superar. "En alguna parte dispongo de un cómplice secreto y absoluto, nada que ver con la realidad aparente de las cosas, y a eso yo le guiño el ojo".

La experiencia de Pániker, recogida en las sucesivas entregas de su obra diarística, compendia un relato certero para "tenerse en pie". En cierta ocasión lo utilicé como consejero particular, en torno al misterio insondable de la extinción del amor. Fue lineal, como siempre. "Tú no eres la misma persona de entonces, ella tampoco". Nunca hubiera alcanzado la descortesía de Wilde, horrorizado ante lo ridícula que pasa a ser la persona amada cuando caduca el sentimiento. En su condición de catalán expatriado en su caserón de Barcelona, Pániker habitó una mezcla de espiritualidad y farmacopea. Quiso ser contemporáneo sin estar en sincronía con su tiempo. Se inventó la prosa que Umbral elevaría a cotas olímpicas. De su hinduismo oirán hablar en todas partes, una probable síntesis de su moral solo peca de sencillez. "No intentes ser mejor de lo que eres".

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