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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Apagar la tele

La política se parece cada día más a la telenovela de sobremesa, no ya por su carácter costumbrista, sino porque la mitad de cada capítulo consiste en contar lo ocurrido en los anteriores. Para seguir la pista de las corrupciones del viernes, te tienen que poner al día de las del miércoles, pues todas están relacionadas. Si pierdes una, pierdes el hilo general. ¿Esto era de la Púnica, de los Ere de Andalucía, de la Gürtel, de los terrenos de la Ciudad de la Justicia, de la familia Pujol, del piso del Director General de Tráfico, de las escuchas policiales o qué? El relato avanza con la digestión de cada día, pero si das una cabezada en el sofá, te lo tienen que resumir de nuevo. Y te lo resumen. Es una telenovela que ya no te emociona, ni siquiera te irrita, pero que sigues por costumbre, más que por amor. La política y sus usuarios constituyen un matrimonio abatido que todavía se soporta.

Piensa uno que podrían introducir tramas de otro calado, pero luego mira la cara (el rostro, más bien) de Pedro Antonio Sánchez y comprende que con esa cara resulta imposible escribir otro argumento. La cara es el espejo del guion. Hay una solución alternativa, que es convertir la serie en un relato histórico, de forma que al tiempo de contarnos la peripecia de los líderes filtraran la de las ciudades. Ignoro si han suprimido también la geografía de los estudios de secundaria. De ser así, cada vez que saltara un escándalo, los jóvenes recibirían una lección de la ciudad donde ha sucedido. Conviene colar por aquí los saberes que se pierden por allá. Si hubieran hablado de Murcia tanto como de Pedro Antonio, seríamos expertos en la región.

Quien dice Murcia, dice Madrid, Cataluña, Andalucía, Valencia€ Lo que no puede ser, en todo caso, es esta sucesión de capítulos que nos hacen perder la sensibilidad moral sin aportarnos cien gramos de conocimiento. Lo digo como espectador de novelas de sobremesa y como seguidor de la política nacional, en el caso de que todo esto merezca el nombre de política y de nacional. De seguir las cosas así, apago la tele. La Hora del Planeta debería fijar un día para apagar la tele. Si la apagáramos todos a la vez, el relato se iría al cuerno y surgiría de su ausencia una historia que volvería a indignarnos. Hagan algo.

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