Como es sabido, este domingo se celebraron en el Sarre, un land del oeste de Alemania, elecciones regionales. Eran las primeras de esta índole a las que concurría el SPD presidido por Schulz, quien, a su retorno de la aventura europea, acaba de conquistar la presidencia de su partido con el 100% de los votos. Se esperaba que esta presencia novedosa insuflase nuevas energías a la decaída socialdemocracia alemana, que está gobernando con la CDU/CSU en "gran coalición", pero tales augurios han resultado fallidos: el partido de Angela Merkel ha ganado las elecciones al SPD con la misma diferencia que hace cuatro años, en tanto Die Linke (La Izquierda) ha caído? Con lo que la ultraderecha ha tenido entrada en el parlamento regional: AfD, Alternativa para Alemania, con el 6% de los votos, va escalando posiciones, aunque queda muy lejos de cualquier influencia real en el país. Afortunadamente.
La principal conclusión que debe obtener el SPD de esta experiencia es que no basta con sustituir al líder para ganar elecciones: hay que ofrecer una propuesta posible atractiva, capaz de lucir ideas propias sin limitarse a ser la muletilla del centro-derecha, el referente de control que obliga a la mayoría conservadora a ser más social y a no extralimitarse en sus pretensiones liberalizadoras. Naturalmente, la lección no sólo vale para Alemania sino para los demás países occidentales en que la socialdemocracia atraviesa por problemas semejantes.
