Diario de Mallorca

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La irrupción de la nueva política en el abanico parlamentario no parece haber cambiado gran cosa los vicios bien conocidos de nepotismo, búsqueda de prebendas y abuso del cargo, unas rémoras que dieron paso a las alternativas por más que con ellas se mantengan. Lo único que sí que parece distinto es el atuendo de sus señorías, del que en este archipiélago tenemos un ejemplo bien notorio a través del relevo reciente de la presidencia del Paarlament. Como el desaliño no es patrimonio exclusivo de Balears, los analistas del momento político bucean en las hemerotecas en busca de antecedentes y se han topado con la circular de la presidencia del Congreso de los Diputados que envió José Bono cuando ocupaba el cargo, instando a vestir con el decoro exigible.

No precisaba en qué podría consistir tal decoro pero los cronistas parlamentarios entendieron enseguida que se refería a la costumbre del entonces ministro Miguel Sebastián de quitarse la corbata en verano. La corbata e incluso la chaqueta se han convertido hoy en prendas del todo prescindibles en los escaños del partido al que pertenece el molt honorable senyor Picornell y la polémica arrecia. Viene de lejos, cierto es, y se reduce a decidir si el hábito hace al monje o son otros los signos externos que ponen de manifiesto la condición santa.

En ocasiones me he quejado por escrito de que los profesores vayan a dar clase en pantalón corto y sandalias frailunas -los calcetines aumentan el agravio estético-v pero eran tiempos en los que la sabiduría de las lecciones se daba por supuesta. Hoy, ya no. Sería todo un alivio discutir acerca del decoro refiriéndose sólo al aliño indumentario. Por desgracia lo que anda en juego es algo mucho más preocupante porque ir a los parlamentos en camiseta, o incluso solo en calzoncillos, sería en último término un asunto de buena educación. Lo peor de todo es que las muestras de carecer de ella son el anticipo de haber perdido los papeles en cuestiones mucho más serias, de las que supone una muestra excelente el último episodio de desalojo del Parlament por una interpretación arbitraria de su reglamento.

Los modales, el atuendo y, en general, el decoro son los ropajes con los que se visten una actitud y unas costumbres basadas en el principio irrenunciable del respeto al otro. Si uno puede exigir que se le respete aunque se presente en pijama a la hora de sentarse en el escaño, ha de entender que la contrapartida existe. Y va mucho más lejos. El problema de fondo no consiste en tender camisetas en las bancadas o en llevar al crío a las cámaras. Tiene que ver con el concepto mismo de la ciudadanía y sus derechos. Por esa vía hemos perdido los zdieron lugar a la democracia parlamentaria sin que ni Aristóteles ni Cromwell, que yo sepa, tuviesen que dar norma alguna acerca de cómo vestir.

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