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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Problemas de altura

Un amigo lleva un diario de las tonterías de las que se entera al cabo de la semana. A veces, me llama por teléfono para comentarlas o para pedir mi opinión sobre su grado de estupidez. Yo le insisto en que hay tonterías y tonterías y que debería distinguir las unas de las otras. La tontería, por ejemplo, de que Carlos de Inglaterra se subiera a una caja para parecer más alto que Diana de Gales está llena de significado. Nos recuerda a la tontería de Sarkozy, que en su visita a una fábrica prohibió que se le acercaran a saludarle obreros más altos que él. O a la de Aznar, cuando se negó a debatir de pie, en televisión, con Felipe González, convencido de que los centímetros que le separaban del líder socialista metaforizaban la distancia intelectual entre uno y otro. Hace poco, un eurodiputado polaco afirmó en el Parlamento que las mujeres deben cobrar menos porque son más bajas.

Con frecuencia se confunde la estatura física con la talla moral. Es lo que le pasaba al tonto de Carlos de Inglaterra con la inteligente Diana de Gales. Lo que yo me pregunto es quién le llevaba la caja de un lado a otro y de qué material estaba hecha.

-Eso sí que es una tontería insignificante -dice mi amigo.

No estoy de acuerdo. Si un príncipe ajado como Carlos tenía que pasarse el día encima de una caja, resulta pertinente preguntarse por sus características. ¿Era de madera o de metal? ¿Tenía el tamaño de una caja de zapatos o de un archivador? ¿Llevaba grabado el escudo de la casa real o su nombre? De súbito, a medida que hablo del asunto, me parece una historia fabulosa.

-Imagínate -le digo-, la existencia de un hombre que vivió siempre encima de una caja por miedo a parecer bajo.

-En la misma caja en la que luego lo enterrarían o guardarían sus cenizas -apunta él.

-¿La escribes tú o la escribo yo? -pregunto.

Lo echamos a suertes y le toca a él, de modo que cuelgo el teléfono con sentimiento de derrota, aunque no puedo quitarme el asunto de la cabeza. Las cajas físicas. El ataúd verdadero. ¿Pero qué decir de las cajas morales sobre las que nos pasamos la vida por miedo a no estar a nuestra altura?

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