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JOrge Dezcallar

Terrorismo en Londres

Casi todos los días hay atentados terroristas en mercados y mezquitas del Medio Oriente que provocan decenas y decenas de víctimas inocentes. Los refugiados que llegan a Europa desde Siria o Libia huyen también de ellos y hay que comprenderlos. Son crímenes causados tanto por las guerras que ensombrecen la región como por el odio y la violencia sectaria entre chiítas y sunnitas y son tan frecuentes que se han convertido en una trágica rutina a la que apenas prestamos mayor atención entre las muchas otras noticias que recibimos a diario. Hasta que el atentado ocurre en nuestro vecindario y entonces nos conmueve hasta el límite, se convierte en portada de los periódicos y ocupa minutos y minutos de los noticieros televisivos. Es algo que hace pensar sobre el distinto valor de los muertos según dónde mueran, cómo lo hagan y cuál sea su nacionalidad. Nos afectan más cuando la víctima pertenece a nuestra comunidad, hay en ello una lógica tribal y supongo que siempre ha sido así aunque no estoy seguro de que deba seguir siéndolo.

Nadie está seguro, los terroristas atacan en cualquier momento y en cualquier lugar y últimamente utilizan métodos cada vez menos sofisticados y al alcance de cualquiera. Hoy no necesitan procurarse armas de fuego o explosivos difíciles de obtener, sino que les basta un camión o un todo terreno para lanzarlos a toda velocidad contra paseantes que disfrutan de un espectáculo de fuegos artificiales (Niza), compran regalos entre tenderetes navideños (Berlín) o cruzan un puente cerca del Parlamento (Londres). Frente a ese tipo de terrorismo llevado a cabo por un fanático enloquecido que busca morir en el empeño hay poca defensa a menos que se le detenga antes, porque un camión lo consigue cualquiera y un cuchillo de cocina de dimensiones grandes se vende en cualquier ferretería.

El llamado Estado Islámico, que ha reclamado el atentado de Londres, está en caída libre. Ha perdido el 62% del territorio que llegó a ocupar hace dos años y está asediado en Mosul, en Iraq, que para ellos tiene un valor simbólico porque es donde Al Bagdadi proclamó su califato universal, mientras se prepara una ofensiva sobre su otro centro de poder en Raqqa, Siria. Esta semana se han reunido en Washington los representantes de los 68 países que forman la coalición que lo combate (y que tienen muchas diferencias entre sí) y han decidido redoblar esfuerzos y extenderlos también a internet para evitar que siga haciendo propaganda y reclutando adeptos. Mucho más complicado será el día después, la creación de "zonas seguras" y concentrarse en el desarrollo económico de las zonas devastadas por la guerra, ayudar a las víctimas de la violencia e impedir otra radicalización futura. Son las causas remotas del terrorismo las que también debemos combatir y eso es mucho más difícil que matar terroristas.

No hay que engañarse porque el Estado Islámico no es solo un territorio, que también lo es, sino que es fundamentalmente una idea o, mejor aún, una franquicia que si se ahoga en un lugar reaparece en otro. Los milicianos expulsados de Mosul y de Raqqa, se ocultarán el tiempo que haga falta en los desiertos circundantes y reaparecerán cuando las circunstancias sean propicias allí mismo o a lo largo y ancho del Sahel, del África oriental u occidental, o del sureste asiático. Una idea se puede tratar de contener durante un tiempo pero no se destruye a cañonazos porque el yihadismo terrorista que mata en nombre del Islam solo puede ser vencido desde dentro de ese Islam, cuando sean los propios musulmanes los que se rebelen contra la utilización sectaria y asesina de su religión. Esa revuelta aún no se ha producido, al menos no lo ha hecho con fuerza suficiente, y los fanáticos nos atacarán más en nuestra retaguardia cuanto peor les vayan las cosas en la guerra para devolver los golpes recibidos, ventilando la frustración de no poder hacerlo en el frente de batalla por la disparidad de fuerzas en presencia, para devolver la moral a sus tropas en retirada y para mantener viva la llama de la yijad y seguir reclutando a jóvenes idealistas, frustrados y desesperanzados. No debemos olvidar que algunos países árabes influyentes son muy tímidos a la hora de condenar a los que se oponen a la expansión de la influencia chiíta por la región, continuando así el error que antes cometieron los norteamericanos para debilitar a los soviéticos en Afganistán y los israelíes al apoyar a Hamas contra la OLP de Arafat.

Hacer en cualquier lugar un atentado como el de Londres está al alcance de cualquier desequilibrado (y los fanáticos lo son) pero no debemos tener miedo. La posibilidad de morir de un ataque terrorista en Europa es muchísimo más baja que hacerlo por un accidente de circulación o, incluso, por resbalar en la bañera de casa. Y aunque estos atentados hacen mucho ruido mediático, que es lo que los terroristas quieren, el número de víctimas por terrorismo en Europa era muy superior en los años 80 que ahora. Es el momento de estrechar la cooperación internacional, los intercambios de información entre servicios de Inteligencia y la colaboración entre las fuerzas policiales, que cada día son más eficaces en la lucha contra los terroristas. O sea, hacer más esa Europa unida que hoy celebra su 60 aniversario. Y mientras, aguantarnos la rabia y la indignación, apretar los dientes y seguir con nuestra vida normal porque esa es nuestra forma de derrotar a quiénes nos la quieren cambiar por el terror.

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