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Sentido del ridículo

El titular ha aparecido en la prensa catalana: "Mas, Ortega y Rigau recurren la sentencia del 9N porque vulnera la Constitución. Consideran que se ha vulnerado la libertad ideológica y de expresión y la libre participación de los ciudadanos en asuntos públicos". Los demás medios han publicado también la noticia, cada cual en su estilo, como es natural.

Ya se sabe que la grandeza de la democracia estriba en que también cobija a quienes no creen en ella. Indefectiblemente, los enemigos de la libertad, los postulantes de otras formas de gobierno, los discrepantes en general encuentran la protección magnánima de los sistemas pluralistas, en los que Voltaire pudo expresar aquel designio famoso dirigido a un adversario doctrinal: "detesto sus ideas pero daría mi vida para que pueda seguir defendiéndolas".

En cualquier caso, nada está escrito sobre el sentido del ridículo: Artur Mas y sus amigos tienen todo el derecho para utilizar la democracia como estrategia de defensa frente al Estado español pero no por ello su pirueta será menos ditirámbica y su papel público menos airoso. La disidencia no exime de la dignidad personal, y a muchos nos parece indigno que quien quiere romper sin escrúpulos un sistema de convivencia se parapete en él para evitar las consecuencias de sus propios actos.

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