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Una liposucción mortal y el secreto de curar enfermos

El valor de la experiencia tal vez sea no ver mucho, ni lejos, sino sabiamente. Lo poco que hemos visto y de lejos, es una sociedad con sus mordaces medios conmovidos por una pérdida irreparable, ávidos de responsabilidades, instituciones que se las sacuden, y un colectivo sanitario que intenta comprender, que no juzgar, para sabiamente evitar una liposucción mortal.

Si uno se cree que un cirujano plástico titulado es un cirujano que expide facturas astronómicas, con su vocación vendida a la ganancia de una cirugía frívola, está, permítanme decirlo, muy equivocado. Me refiero a un cirujano plástico titulado, no a un individuo (médico o no) no titulado que practica cirugía cosmética: a estos pónganles cuantas etiquetas ustedes quieran, incluidas las que merecen sus publicidades engañosas.

Me encantaría invitarles a experimentar la vocación de médico que brilla en quien ha adquirido el conocimiento más preciso de anatomía que cualquier otra especialidad medica, quirúrgica o radiológica, un médico que con todo corazón y fría la cabeza, se enfrenta y mete sus manos largamente entrenadas en agujeros que solo el capricho de la naturaleza o un accidente determinan, o que el maldito cáncer ulcera en sus pechos, su piel, o en sus entrañas. Agujeros de aquellos mismos enfermos que cuando se ven remendados, (sí, porque a simples remiendos solo llegamos) luego solicitan una mejora cosmética de mis apaños. No peco de superficial cuando dedico mi saña y mis sesos por igual ante la solicitud de una mujer que precisa mejorar su escote saqueado por un cáncer o por el vaciado por dos niños felizmente amamantados. Mi vocación y la de mis colegas es la misma para todos nuestros pacientes.

Esta vocación y el desasosiego de mis compañeros cirujanos titulados me recuerdan que uno de los primeros deberes del médico es educar las masas, no prescribir tratamientos. La necesidad de estas masas por una estética en desacuerdo con su hábito de vida eleva la liposucción al rango de intervención quirúrgica más frecuentemente realizada en el mundo. Sólo en España se realizan unas 12.000 al año y sus riesgos son ostensiblemente inferiores a cualquier otra intervención quirúrgica, aunque como tal, no está exenta de riesgos. Aún así, la traicionera imagen de operación trivial, frívola y de fácil ejecución favorece su práctica por profesionales incompetentes en centros inadecuados, estén o no acreditados o autorizados por una normativa vigente a todas luces, insuficiente.

La cirugía plástica ha contribuido a la medicina con avances como la microcirugía, el transplante, el bypass coronario, la expansión tisular y otros muchos. Hoy es una especialidad que lidera la terapia celular y la ingeniería de tejidos, todo gracias a la naturaleza creativa de nuestra especialidad y al compromiso de sus titulados por la investigación y excelencia clínica. A tenor de ello, especialistas titulados de esta comunidad autónoma hemos transformado la liposucción de hoy: de una cirugía de objeto puramente cosmético que generaba una sopa de grasa que antes se desechaba, a una intervención que rinde un tejido cada vez mas útil para reconstruir mamas, reparar caras, acolchar muñones, aliviar plantas de los pies o cerrar fistulas, y del cual obtenemos células regenerativas que nos permiten explorar nuevos tratamientos para otros muchas enfermedades. Quizá estos avances ilustren nuestro compromiso hacia una medicina de excelencia.

En nuestra comunidad no debería haber medicina de calidad, ni de bienestar, ni acorde a la normativa vigente, sino sencillamente medicina comprometida con la excelencia. Como la que quiero yo para mi, los míos y los suyos. Los recursos limitan la medicina de hoy, pero la medicina de mañana, la de nuestros hijos, la limita nuestra indiferencia. Si aspiramos a mejorar la medicina de mañana, la que evitaría saldar una liposucción con una vida, el profesional de hoy debe estar altamente formado, mantenerse formado e informar escrupulosamente a sus pacientes; los centros deben garantizar a sus usuarios la excelencia de sus profesionales y mantener recursos físicos y humanos para garantizar una cirugía segura y el tratamiento de sus complicaciones; por ende, la normativa y las instituciones que las aplican deberían exigir titulaciones e instalaciones acordes a la actividad quirúrgica y proteger al usuario contra toda publicidad engañosa.

Porque no creo que haya otro secreto para curar enfermos que el de cuidar de ellos, todos.

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