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Al Azar

Franco enalteció a ETA

La Asociación para la Defensa de los Malos Humoristas debe movilizarse de nuevo, ahora en tutela de una tuitera veinteañera que ha ofendido memorablemente al almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno de Franco. Cuesta describir la situación sin reírse, hasta que se hiela la mueca porque la fiscalía de Rajoy empezó pidiendo a la Audiencia Nacional dos años y medio de cárcel, rebajados a uno, para la incauta. ¿Se pueden emitir tuits ofensivos sobre el Cid Campeador? La sabiduría jurídica de los impulsores de este desaguisado corre en paralelo a su nesciencia histórica. En el mensaje navideño posterior al atentado de ETA que mató a su lugarteniente, el Generalitísimo pronunció al respecto su enigmático cinismo, “no hay mal que por bien no venga”. Es decir, el Jefe de Estado enalteció al terrorismo, y hasta un ministro del actual ejecutivo puede concluir que el manifiesto adquiere mayor fuerza en labios de un gobernante a quienes los fundadores de su partido llamaban Caudillo.

Franco señalaba la conveniencia política de un magnicidio de ETA, que se disponía a aprovechar para consolidar su sucesión. Es decir, otorgaba a la banda un papel crucial, igual que han hecho desde entonces centenares de historiadores. En la actual interpretación del enaltecimiento del terrorismo, con la asignación del rango de víctima a un almirante franquista, se vuelve a conceder a los terroristas el poder de patrón para decidir qué políticos quedan exentos de cualquier crítica.

Por fortuna, en el absurdo judicial se cruzó Lucía Carrero-Blanco, que debía sentirse agraviada en cuanto nieta del número dos cuya desaparición celebró Franco. En un ejemplo de la reconciliación democrática sucesiva a la muerte del dictador y que el Gobierno aspira a liquidar, la familiar directa no solo se niega a sentirse humillada por los tuits estúpidos. Señala además que su persecución “por muy legal que sea, me parece un auténtico disparate”. Aún más, es una decisión “atemorizadora, no solo para la acusada, sino para todos los que vivimos en democracia”. O eso creíamos.

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