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Tribuna

Correr desnudos por la calle

Con el teléfono móvil o la televisión inteligente hemos aceptado poner espías en nuestras propias vidas

Silencio. Cientos de personas comparten vagón en uno de los numerosos metros que recorren sin descanso el subsuelo de Pekín. Nadie pronuncia una palabra, pero el flujo comunicativo es increíble. Sentados o de pie, la incomodidad no es problema, los viajeros hacen sudar a las enormes pantallas de sus teléfonos inteligentes enviando miles de mensajes y fotografías a través del popular WeChat, una especie de WhatsApp que traduce al instante el alfabeto latino a los exóticos ideogramas locales. Allí, dentro del convoy, no hay una sola cámara. Sin embargo, los chinos saben que el Gobierno vigila cada palabra que escriben, cada imagen de la excursión del fin de semana que comparten€ y hasta el intrascendente saludo que intercambian con un familiar.

«Se sienten como si estuvieran corriendo desnudos», afirma el Wall Street Journal en un reciente artículo. Pero, por sorprendente que parezca, nuestra situación no es muy diferente. Ellos son conscientes de que les espían, nosotros no. Aunque quizá esta percepción haya cambiado desde que Wikileaks revelara estos días que una parte de los millones de datos que maneja la CIA norteamericana son captados a través de los dispositivos que nos rodean. Y ya no solo el teléfono móvil, también la televisión inteligente del salón o cualquiera de esas maravillas tecnológicas que se activan con una simple orden de viva voz. Cuando los desconectamos, dejan de trabajar para nosotros€ y comienzan a hacerlo para las agencias de espionaje. Hasta nuestras conversaciones más íntimasacaban en «supercomputadoras» que procesan y analizan los datos. Háganse a la idea.

Nunca tuve demasiadas dudas de que Internet, el mismo invento que revolucionaría las comunicaciones, terminaría acabando con nuestra propia privacidad. Pero ahora ya no me queda ninguna. Jamás le encomendé al móvil que recordara dónde había aparcado el coche y ahora sabe donde vivo, donde trabajo y si mis hábitos son saludables. ¿Me será infiel y se lo contará también a otras personas como a Joaquin Phoenix le traicionaba su novia virtual en la película «Her»?

Parece ficción, pero no lo es. La tecnología ha echado abajo fronteras y ha acercado a las personas con idéntica velocidad que ha devaluado parte de lo que nos hace humanos, nuestra libertad. Yo, por si acaso, suelo dar golpecitos en las paredes de los edificios para ver si este mundo sigue siendo real o solo de cartón piedra. Porque puede que pronto no seamos más que un Jim Carrey huyendo de las cámaras que lo vigilan en «El Show de Truman».

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