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Eduardo Jordà

Una foto

de Emily Dickinson, la poeta de Amherst, sólo se conocía un daguerrotipo tomado cuando tenía 17 años y estudiaba en una especie de seminario para señoritas. Las cosas eran así de tristes en 1847, cuando las pocas mujeres que tenían la suerte de poder estudiar tenían que hacerlo en instituciones semirreligiosas (o por completo religiosas), donde se daba más importancia a la instrucción moral que a la enseñanza académica. Y fue allí, en aquel seminario en el que Emily Dickinson se aburría y en el que no logró trabar amistad con nadie, donde un pionero de la fotografía tuvo la idea de fotografiar a aquella alumna retraída que casi no hablaba con nadie. Y un buen día la sentó junto a una mesa en la que había un libro y le hizo mirar a la cámara. Es probable que la chica se empeñara en coger un ramillete de flores silvestres, porque sostiene unas flores en las manos y a Emily Dickinson le gustaban mucho las flores (igual que muchos años después le pasaría a Mercè Rodoreda).

No sabemos por qué ese pionero de la fotografía -la palabra era muy nueva entonces- eligió a esa adolescente tan poco llamativa para hacerle un daguerrotipo. Los daguerrotipos eran un invento muy reciente en 1847 y casi nadie sabía usarlos. La cámara era muy cara, el tiempo de exposición era muy largo -¿cuántas horas estuvo sentada Emily Dickinson con aquel ramillete en las manos?- y el revelado de las placas de plata era muy complejo. Había que usar vapores de mercurio que a menudo distorsionaban las imágenes o destruían las placas. Pero el caso es que alguien se empeñó en fotografiar a aquella alumna y ahora ese daguerrotipo es la única imagen que tenemos de Emily Dickinson: una chica vestida de oscuro, con los ojos muy abiertos y que mira sin ningún miedo a la cámara. Muchos años después, aquella chica escribió un poema en el que decía: "Mis ojos son como el jerez „que el invitado se deja en la copa". Ahí, en ese daguerrotipo, podemos ver esos ojos.

Pero hace poco se anunció que se había descubierto otro daguerrotipo de Emily Dickinson, que podría haberse tomado unos cuantos años más tarde -en 1859, cuando la poeta tenía 29 años-, aunque aún hay dudas sobre su autenticidad. En ese otro daguerrotipo la posible Emily Dickinson está sentada junto a una mujer de su misma edad que va vestida de luto, a la que tiene cogida por la espalda. Emily -si es ella- lleva un vestido muy pasado de moda, lo que encajaría con su imagen de mujer que se desentendía por completo de la vida social porque se pasaba la mayor parte de su vida recluida en la casa de su familia, prácticamente sin salir a la calle durante meses y meses (la reclusa de Amherst, la llamaban). La mujer de al lado ha sido identificada como una amiga de la familia Dickinson que acababa de enviudar en 1859. Y los rasgos faciales de la posible Emily Dickinson coinciden -según los expertos- con los de la joven estudiante del ramillete en la mano. Pero a partir de ahí todo son dudas. ¿Por qué ese daguerrotipo permaneció oculto tanto tiempo? ¿Por qué nadie había reparado en él? ¿Por qué la familia de Emily Dickinson no lo había guardado entre sus objetos personales? Nadie lo sabe. Es cierto que la posible Emily Dickinson se parece a la joven Emily Dickinson del otro daguerrotipo. Pero la mujer de 1859 tiene un aire un tanto risueño que desentona con lo que sabemos de la vida de la poeta. Hay en ella un cierto aplomo que no parece corresponderse con la fragilidad de la mujer que apenas salía de su casa. Esa mujer escribió otro poema sobre una "cara desprovista de amor o gracia", "una cara en la que una piedra se sentiría totalmente cómoda". Es muy posible que estuviera hablando de sí misma. Pero la mujer del daguerrotipo exhumado no parece una mujer capaz de decir esas cosas de sí misma. Parece más segura, más orgullosa. La mujer que está a su lado -la viuda, cuyo marido había muerto a los 25 años- parece una mujer enloquecida por el dolor, deshecha, confusa, desorientada. Pero la supuesta Emily Dickinson no refleja nada de esto. ¿Es realmente ella? ¿O es una simple coincidencia con otra mujer de su misma ciudad que se parecía mucho a ella y se hizo un daguerrotipo en la misma época? Por ahora, imposible saberlo.

De todos modos, Emily Dickinson fue una mujer afortunada. Su familia era culta y rica y pudo darle una buena educación. Y en su época era muy raro que alguien pudiera hacerse un daguerrotipo. Quienes se encargaban de hacerlos se hacían llamar "artistas daguerrianos", ya que el francés Daguerre era el inventor del daguerrotipo y todavía no existía un vocabulario adecuado para el nuevo invento. Y de cada diez daguerrotipos que se hacían, nueve estaban reservados a los hombres: militares, abogados, clérigos, estadistas, la gente importante. Por suerte, Emily Dickinson pudo colarse en un daguerrotipo. Y ahí sigue, con esos ojos del color del jerez que todos los invitados se dejan en la copa.

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