Diario de Mallorca

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El favorito para ganar las elecciones que se celebran en Holanda mientras se escribe esta cuartilla es, como se sabe, un político populista de extrema derecha, Gert Wilders, quien sostiene como una de las principales bazas de su campaña el odio hacia el islamismo con frases tan explícitas como la de que Mahoma era un pedófilo y un Señor de la Guerra. Decir algo así tiene poca utilidad para saber cómo gobernaría Wilders desde La Haya pero sirve para ganar muchos votos. Viene a ser un ejemplo excelente de la estrategia del populismo en busca del poder, dejando bien ocultas las claves de lo que haría con él una vez que lo alcanzase.

En ese sentido el presidente Trump se aleja del universo populista: dijo con toda exactitud cómo pensaba gobernar y, en contra de quienes veían en las propuestas tremendas de su campaña solo un arma electoral que sería abandonada de alcanzar la Casa Blanca, desde el principio de su mandato está cumpliendo punto por punto lo que prometió.

Wilders también ha dejado clara al menos una cosa: de lograr el gobierno, será el justiciero de la causa anti-islamista cerrando mezquitas en Holanda, prohibiendo el Corán e impidiendo que entren más musulmanes en el país. Pero la consecuencia más seria de su eventual victoria —que se sabrá si se ha dado cuando salga esta columna— no es de corte xenófobo. O sí. El punto principal de su programa consiste en sacar a Holanda de la Unión Europea.

Ese fervor del populismo contra Europa como nación de naciones se comparte en todos los procesos electorales en marcha en el continente. Incluso el presidente Trump, un convidado de piedra en la función, felicitó al Reino Unido por el Brexit. Se diría que la lucha contra los sistemas políticos tradicionales tiene su mejor argumento en la negación de la burocracia de Bruselas y Luxemburgo, un arma fácil de utilizar y aún más fácil de entender. Pero ni que decir tiene que la posibilidad de salida de Europa de los Países Bajos, el Nexit, supone una amenaza mucho mayor que la que fue el abandono por parte de la Gran Bretaña. Holanda está en el grupo de los seis países que fundaron la Europa que conocemos hoy y tiene el euro como moneda. Que los británicos, siempre orgullosos de su diferencia, rompan con Europa es otra cosa. La salida de Holanda vendría a ser el certificado del fallecimiento de la Unión, a falta de saber cómo la enterramos.

¿Puede suceder tal cosa? Por supuesto que sí. El Brexit y Trump ganaron cuando las encuestas decían lo contrario. La política actual parece apostar por la novedad como mejor opción y al margen de que no se sepa hacia dónde conduce. Verdad es que el triunfo de Wilders tendrá que ser por mayoría absoluta, habida cuenta de que los demás partidos se niegan a entrar en coalición con él. Pero si se produjese ese triunfo, quedaría abierta la caja de Pandora. Una amenaza que parece haber pasado ya a formar parte de nuestra manera de ser.

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