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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Lo que hicieron mal los medios

He logrado entender mucho mejor lo que hicieron mal los medios e impidió predecir la victoria electoral de Donald Trump tras leer un libro recién publicado de Matt Tabitt, conocido periodista de la revista estadounidense "Rolling Stone (1).

Se trata de una recopilación de los despachos enviados al periódico mientras cubría la campaña presidencial norteamericana y que van desde los aspectos tragicómicos de sus comienzos hasta el dramático final con ese inverosímil personaje en la Casa Blanca.

Tabitt combina el reportaje sobre el terreno, muchas veces hilarante, con un incisivo retrato psicológico del empresario convertido en político republicano, el análisis político y el reconocimiento del fracaso y ajeno en predecir su victoria.

El problema, señala, es haberse negado a admitir el hecho, que debería haber sido reconocible desde el comienzo de la campaña, de que daban igual todas las barbaridades y mentiras que salieran de la boca del personaje porque sus potenciales votantes iban a tragarlo todo.

Ésos habían dejado hacía tiempo de creer en los hechos como algo objetivamente demostrable: ellos podían elegir los que mejor les conviniesen como uno elige duna pasta de dientes o un champú en el supermercado.

A la victoria de Trump contribuyeron no sólo las redes sociales como Twitter, creadoras de burbujas falsamente informativas, o el portal de noticias y opiniones política de extrema derecha Breitbart, sino también las emisoras de TV, sobre todo Fox News, del magnate australiano Rupert Murdoch.

Fox News se dedicó a ofrecer durante meses un menú alternativo, muy distinto del que ofrecían diariamente el resto de las cadenas - ABC, CBS o NBC- y todo el mundo sabe lo que gusta la novedad en una sociedad de consumo.

Pero es que además Trump resultaba un negocio para todos: cuanto más escandalosas resultaban sus declaraciones, más salía su nombre en los titulares, más atención le dedicaban todos los medios, incluidos los tradicionales. .

El rival de Hillary Clinton en la carrera demócrata hacia la Casa Blanca, Bernie Sanders, obtuvo en las primarias tantos votos como Trump en las republicanas, y sin embargo, éste logró veintitrés veces más cobertura mediática que el primero.

Sanders podía ser también apasionado en sus denuncias del estado de cosas en el país, de la desindustrialización y del desigual reparto de la riqueza, pero sus mensajes eran siempre serios, sin concesiones.

Y el público quería sólo carnaza: la xenofobia, el racismo, la incorrección política y la ignorancia de Trump, que le colocaban al mismo nivel que su audiencia, resultaban mucho más entretenidos.

El problema, admite Tabitt, es que los encargados de cubrir a Trump no atendieron a esas señales, y se dedicaron sólo a hablar con politólogos, con encuestadores, con estrategas de campaña y con otros periodistas.

La elite cultural estadounidense, escribe, estaba "entrenada para distinguir artificialmente entre demócratas y republicanos" cuando lo más natural sería distinguir sólo entre "ricos y pobres".

Muchos electores sentían un desdén de clase hacia toda aquella gente a la que los estrategas de Hillary Clinton habían convencido para que participara en los actos de campaña de la demócrata: gentes del espectáculo, académicos, famosos periodistas.

Y todo ello mientras el multimillonario Trump se dedicaba a denunciar con tanta demagogia como éxito a unas elites supuestamente dedicadas a destruir a la clase media exportando puestos de trabajo e inundando el país de mexicanos y demás ilegales.

(1) "Insane Clown President". WH Allen. 2017

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