Podemos tenía por misión abrir el Parlament a la gente, así que expulsa a la gente del Parlament. El president Balti Picornell del partido revoltoso, desaloja directamente al pueblo de la tribuna de invitados y a sus intermediarios periodísticos de los asientos de la prensa. Es decir, se puede retransmitir en directo el juicio a la hermana del Rey, pero los mallorquines no están preparados para contemplar un foro de diputados mediocres. El paladín del republicanismo se comporta como un monarca absoluto. Desde las inesperadas maneras despóticas, su "Balti y cierra el Parlament" es la traducción más ajustada del "Santi y cierra España".
A los miembros del Parlament les sobran los motivos para hurtar su ineficacia a la ciudadanía. El problema consiste en que Podemos pretendía "drenar la ciénaga", en la feliz expresión de Trump, y ha adoptado la medida más antidemocrática en la historia de la cámara. No es negativo sembrar la confusión en una institución adocenada, pero sería más fructífero desterrar el artículo trasnochado del Reglamento en lugar de imponerlo a rajatabla. El hilarante argumento de Picornell, "lo repudio pero lo aplico", también permitiría al mismo Trump de antes el bombardeo atómico de una geografía desapacible.
Según los autos judiciales, la presencia en la cámara de Alvaro Gijón es más peligrosa que la presidencia de Baltasar Picornell. Sus predecesores hubieran recurrido al viejo estilo, aparcar las mociones y negociarlas entre comilonas con sobres cargados de billetes. El presidente del Parlament clausurado demuestra que lo peor de los modos antidemocráticos es que son contagiosos. Siempre hay algo en ellos que te seduce, cómo no evocar los arriesgados chistes en la entrega este año del premio Bafta al judío Mel Brooks. "Es lo que pasa con Hitler, que nunca te cuentan sus cosas buenas". Al estilo de la válvula de seguridad creada por PP y PSOE para ahuyentar mirones. Balti tiene que devolver a la prensa al Parlament, antes de que la prensa se dé cuenta de que el Parlament no es noticia.
