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Matías Vallés

Al Azar

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La Infanta prohibitiva

Los siete abogados de la Infanta Cristina -ocho, según otras fuentes- han debatido arduamente un recurso al Supremo que condenara...

Los siete abogados de la Infanta Cristina -ocho, según otras fuentes- han debatido arduamente un recurso al Supremo que condenara a la decapitación, a cualquier ciudadano que se atreva a sugerir que la hermana del Rey se sentó en el banquillo. Ni Donald Trump se había atrevido a tanto, en su orwelliana reescritura de la historia. Han debido retirar la propuesta horas después de anunciarla, por fin el Rey se decide a ejercer sus funciones. Por supuesto, la número seis en la sucesión al trono detrás de Froilán no renuncia a convertirse en Reina. Tampoco se abstiene de gozar en Suiza de una protección policial absurda y desmedida, que han de pagar sus compatriotas recortados en educación y sanidad. Pretendía asimismo el derecho al olvido de Google, lo cual demuestra que no es un mecanismo de protección de seres anónimos, sino una nueva arma para amparar a personas poco recomendables.

La Infanta causó la abdicación de un Rey, ahora insiste en perjudicar al siguiente. Cristina de Borbón fue condenada a pagar 265 mil euros por lucrarse con el dinero sustraído por su marido. Al aceptar la devolución del dinero, admite los manejos de su esposo. La pretensión de que el Supremo le devolviera la honorabilidad olvidaba que esta dignidad se asigna colectivamente, y que la dilapidó con alegría cuando gastaba el dinero de Nóos. Por no hablar de su burla a la ejemplaridad, la virtud que la Familia Real considera emblemática de la corona.

El juez más implacable con Cristina de Borbón fue Felipe VI, al retirar a su hermana el ducado que manchaba junto a su marido y al expulsarla de La Zarzuela. Los defensores antimonárquicos de la Infanta pretenden oponerla favorablemente a un Rey que les está defraudando. Conviene que se aclaren. O la Infanta es inocente y el monarca es injusto, o la necesidad de alejar al presunto delincuente Urdangarin exigía distanciarse de su fiel esposa, que montó una sociedad al cincuenta por ciento para forrarse con fondos públicos. La Infanta que está prohibido ni mencionar tiene un precio prohibitivo para la corona.

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