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Lo que hay que oír

Artículo autocensurado

En la era de la susceptibilidad extrema y, a la vez, la del insulto extremo

Solía yo a veces contar por ahí el chiste del susceptible. Será hoy la última vez que lo haga. Va por la calle un hombre muy, pero que muy quisquilloso, picajoso, susceptible en definitiva, a quien ve un conocido que camina unos pasos más atrás. -¡Oye, tú! -lo llama para que se detenga y poder así charlar un rato. Sin embargo, el susceptible lo es a tiempo completo, por lo que se vuelve hacia la voz con un reproche de rebote: -Pues anda que tú…

Este chiste ya no podría contarlo, insisto, sin exponerme a severas críticas por parte del primero que pinte. Ya lo estoy oyendo: -Pues no le veo la gracia. Parece que te burlas de una sensibilidad alternativa, pues cada persona tiene derecho a sentirse aludido por contextos injuriosos que le evoquen su carga genética o sus circunstancias ambientales adaptativas. Creo que tu cuento humilla al receptor y engrandece la figura dominante del interpelador, quien actúa con una prepotencia fascista al levantar la voz hacia su amigo.

Además, ¿por qué razón son protagonistas de la historia dos personajes masculinos obviando así una paridad necesaria para visibilizar los referentes? Eso en el mejor de los casos. Si cuelgo la gracieta en una red social con los 140 caracteres estipulados, voy de culo (perdón, lo siento, se me escapó, discúlpenme, mea culpa: quería decir “sería peor”, no fue mi deseo ofender a esa parte del cuerpo citada) y lo más suave que me caerá será algo como esto, a cargo de “Justiziero Yoe” por ejemplo: -Nazi hasqueroso te vurlas de los deviles sabemos donde vibes conoco tu familia cabron k lo sepas parake no guelbas a escribir estas abisado.

Vivimos la era de la susceptibilidad extrema y, a la vez, la del insulto extremo. La gente se la coge con papel de fumar: -¿Ves? Ya has vuelto a caer en las mismas. Tu sustrato autoritario y machista te lleva a usar esa frase hecha altamente ofensiva, radicalmente insultante y políticamente incorrecta. Haces referencia pronominal (“la”) a un órgano masculino al que superproteges, como símbolo falócrata dominante, incitando de paso al nocivo consumo de tabaco que contamina el medio ambiente y desvía la carga impositiva de la ciudadanía hacia políticas de desigualdad sanitaria que desprecian a los desfavorecidos por el capitalismo culpable. Retiro lo dicho, pues, nada de cogérsela con papel de fumar.

Cada vez más personas manifiestan lo que alguien (fue Paul Jean Toulet) llamó “la sensibilidad de las ostras”: no las puedes tocar sin que se crispen, se contraigan a la defensiva o al ataque, aunque el toque sea muy de refilón. -Vamos a ver: ¿qué tienes tú contra las ostras? Exhibes hacia ellas una actitud agresiva y claramente fascista, trasfondo de tus referentes subliminales patriarcales auténticos. Claro que se contraen y crispan ante un ataque. ¿No ves que se encuentran en peligro de extinción a pesar de ser una fuente riquísima de los ácidos Omega-3 que tanto protegen el sistema cardiovascular? ¿Y qué tienes tú, además, contra la sensibilidad?

La sensibilidad de cada cual (ostras incluidas) es soberana y tienes la obligación de respetarla, lo que significa aceptarla en todas sus manifestaciones, sin burlarte de ella con resabios tiránicos. Retiro lo dicho, pues, nada de mentar a las ostras, máxime cuando no faltará una “Justizia Molusca” que clame contra mí a 140 caracteres con espacios y por segundo: -¡Vasta lla del atropeyo a los lamelibranquios marinos! ¡Si a las valbas desiguales! Solidaridaz kon hostras sensivilidaz moluskera. Con lo cual, no me queda otra que autocensurarme al escribir en prensa y hautozensurarme al hacerlo en las redes sociales.

Aunque…: -Eres un gramanazi, siempre burlándote de la ortografía alternativa, ejerciendo de policía lingüístico, so fascista, defensor de la uniformidad reaccionaria, machista y revisionista de la RAE. Ofendes mi sensibilidad, agredes mi libertad y desprecias mi identidad. Y no hay más verdad que la mía.

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