Es justo reconocer los avances logrados desde la celebración de la IV conferencia mundial sobre la mujer en Beijing (1995), donde todos los países adquirieron el compromiso de introducir en sus agendas políticas la perspectiva de género. Avances sí, pero insuficientes. Veinte años después siguen existiendo dificultades en el acceso a la educación y a la salud, vulnerabilidad, violaciones de niñas y mujeres en los conflictos armados, violencia de género, desigualdades cronificadas en las estructuras sociales y económicas.

Este 8 de marzo, ONU Mujeres hace hincapié en el "empoderamiento económico de la mujer en el cambiante mundo del trabajo", y se preguntarán: ¿por qué?

En el ámbito laboral, las mujeres seguimos sufriendo muchas disimilitudes: alta tasa de desempleo femenino, contratación precaria, desigualdad salarial que no hace sino aumentar la brecha económica, dificultades en el acceso a puestos de dirección además de poca presencia en la toma de decisiones empresariales, mercado inflexible, insuficientes medidas de conciliación para hombres y mujeres, mínima implicación en la corresponsabilidad en relación a la crianza de hijos y cuidado de personas dependientes, falta de obligatoriedad en la petición de permisos paternales, escasa protección social y económica a la maternidad para evitar su salida temporal del mercado de trabajo, etc.

Debemos mejorar la calidad del trabajo para las mujeres para evitar su empobrecimiento tanto en la percepción de salarios como en las futuras pensiones por jubilación. Tan sólo una mujer económicamente independiente tendrá las condiciones necesarias para tomar libremente sus propias decisiones.

Intervenciones vergonzosas y humillantes como la del eurodiputado polaco Korwin-Mikke, no hacen sino reafirmar la necesidad de una mayor implicación institucional y social en la consecución de la Igualdad entre hombres y mujeres. Como contrapunto me quedo con la de frase de Nuñez Feijoó: "No politicemos los problemas de las mujeres, resolvámoslos".

Las mujeres somos actoras principales en los cambios y queremos que se nos reconozca nuestra aportación como motor de progreso a la sociedad, y por tanto, revindicamos la igualdad de oportunidades, en igualdad de condiciones, entre mujeres y hombres.

Históricamente las mujeres hemos cooperado con los hombres en las grandes revoluciones sociales y económicas, consecuentemente, ahora los hombres deben ser nuestros aliados, queremos su firme compromiso para que juntos consigamos que la igualdad de género sea real, efectiva y justa.

*Exdirectora del Institut Balear de la Dona