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Antonio Papell

España, en el directorio europeo

El presidente Rajoy acudió ayer a la "cumbre" informal de Versalles, en que las cuatro grandes potencias europeas -Alemania, Francia Italia y España- alumbraron una institución política que puede estar llamada a desempeñar un papel clave en el desarrollo del Brexit, un acontecimiento que, además de representar la salida del Reino Unido del club europeo, obliga a reformular íntegramente el proceso de integración continental. La invitación a España, facilitada por la previa retirada del italiano Renzi (quien, en su juventud, creyó que favorecía los intereses de su país excluyendo al nuestro), le llegó a Rajoy de boca del presidente saliente de Francia, Hollande, quien contaba como es lógico con la aquiescencia incondicional de Merkel. La convocatoria de ayer es posterior a la publicación por la Comisión Europea ante el Parlamento comunitario de un 'Libro blanco sobre el futuro de la Unión Europea' que plantea hasta cinco escenarios distintos entre los que deberá optar la UE una vez que Londres haya abandonado el club.

La coyuntura europea es francamente crítica por una confluencia de razones adversas. El Brexit es, además de una tragedia rupturista, la constatación de un gran fracaso político porque la singularidad británica resalta la evidencia de una gran desafección de la ciudadanía con respecto a una UE que no ha sabido dar respuestas a la crisis, que ha rebajado considerablemente los niveles de prestaciones del estado de bienestar, que ha deteriorado la calidad de la democracia, que no consigue gestionar adecuadamente las consecuencias negativas de la globalización, que está contemplando impertérrita la proletarización de buena parte de la clase media y que no exhibe capacidad de liderazgo ni la más mínima grandeur en las ideas y las propuestas. Además, el Brexit se ha vinculado a la hostilidad del nuevo mandatario americano, Donald Trump, hacia el proyecto europeo. Y peligran los equilibrios globales al cuartearse la OTAN y fisurarse el frente occidental frente a Moscú. Por último, penden sobre Europa amenazas políticas concretas: el populismo puede conseguir este mismo año posiciones relevantes en las elecciones en Francia, Holanda, Alemania y (probablemente) Italia; y la UE no resistiría sin romperse el acceso de Le Pen a la presidencia francesa, improbable pero no imposible en las actuales circunstancias?

El directorio pasó revista ayer a las cinco opciones que propone la Comisión, y que van desde el regreso a una Unión económica, desprovista de contenido político, hasta una Europa federal, pasando por tres escalones intermedios: seguir como estamos, una UE capaz de avanzar a distintas velocidades, y europeizar lo europeizable pero a una única velocidad. Con toda probabilidad, los cuatro líderes optarán por avanzar a varias velocidades con la debida prudencia. Y por hacerlo en primer lugar en el terreno de la Defensa, ya que urge por distintas razones impulsar un poder militar europeo que avance paralelamente a la OTAN pero que exprese una identidad de criterios y de objetivos.

La UE ha fracasado en los últimos tiempos en su capacidad de englobar las aspiraciones colectivas de unas ciudadanías atemorizadas por la pérdida de una determinada idea de seguridad -empleo, protección social, estabilidad institucional-, al mismo tiempo que una crisis descomunal se abatía sobre nuestros países, no por alguna predestinación infausta sino por defectos evidentes del modelo neoliberal. De ahora en adelante, el avance o no de la amenaza del populismo dependerá de la capacidad de nuestras instituciones europeas y nacionales para corregir el rumbo. El directorio recién formado debería asumir un liderazgo claro, capaz de arrastrar al resto de los socios que este jueves y viernes se reunirán en Bruselas y recibirán probablemente de boca de Theresa May el anuncio definitivo de que el Reino Unido invoca el artículo 50 de los Tratados para abandonar la Unión.

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