Diario de Mallorca

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En un reciente vuelo de Sevilla a Madrid coincidí con un grupo de estudiantes universitarios con la mala fortuna de que se sentaron en las filas anteriores a la que yo estaba situado. Sin tener el más mínimo interés en atender su conversación tuve que oír su charloteo, que se prolongó durante la hora del viaje. La escasa educación de la que hacían gala y el tono elevado de sus voces, produjeron en mí un efecto indeseado, no pude concentrarme en la lectura. La desconsideración hacia sus profesores y la ignorancia gramatical de aquellos escolares me resultaba ofensiva. El blanco de sus chanzas era una catedrática a la que llamaban "diéresis", sobre la que hacían burla continuada por su aspecto físico, con especial dedicación a la forma de sus caderas y mucha atención a su supuesto e imaginado órgano sexual.

En un momento determinado una chica de esa caterva, con gafas y cara de intelectual, preguntó en voz alta a todo el grupo si alguien sabía lo que significaba diéresis. La respuesta fue que no, que ni idea, que nadie sabía lo que era eso y por si la demostración de su desconocimiento no fuese suficientemente desoladora, despacharon aquella interpelación con una grosera sugerencia, le dijeron que en cualquier caso, se podía, meter la "diéresis" por el c? ¡Todo enormemente virtuoso y muy académico! ¡Estudiantes! ¿Y los políticos? ¿Se les debe permitir una constante mala conducta idiomática? No, rotundamente no, no se puede consentir. Deberían dar ejemplo de corrección lingüística en el parlamento, en las ruedas de prensa, la mayoría de ellas lamentables.

La diéresis es un signo ortográfico que se sitúa sobre las vocales "u" y también la "i", cuando aquellas vocales deben pronunciarse, es una marca diacrítica que consiste en dos puntos horizontales colocados sobre la letra a articular. Por ejemplo: sinvergüenza, lingüística, pingüino en castellano; en catalán, raïm, Montuïri (hermoso pueblo de Mallorca). El problema actual reside no solo en el desconocimiento básico y necesario de los jóvenes estudiantes a la hora de escribir y pronunciar correctamente, sino también en que instituciones importantes tanto de la lengua castellana como de la catalana están estudiando su supresión. Yo me atrevería a propugnar una mayor utilización, por ejemplo, y sin ir más allá, cuando se hable de aquellos universitarios del avión se les podría llamar ïgnorááántes (sic), estúpidos (estúúúpidos, sic), imbéééciles, con una virtual diéresis. Si todo vale, también pueden valer esos calificativos.

Pensé y sentí cierta desazón por el futuro de la lengua, mejor de las lenguas españolas, con este personal que ni sabe ni quiere saber. El desprecio por la corrección del lenguaje, la despreocupación por expresarse correctamente, el desamor por las palabras, tiene consecuencias negativas tanto en la actividad profesional como en el nivel cultural de una sociedad. La deficiencia en la formación escolar, la pobreza de vocabulario, la sintaxis intolerable, gerundios mal empleados, conducen a la amputación de la lengua y a su evolución hacia una jerga de paletos. La riqueza léxica del castellano y del catalán, el caudal de verbos maravillosos, están siendo sustituidos por un vocabulario grosero e improcedente. El goce espiritual de escuchar o leer a alguien que habla o escribe correctamente está dando paso a una cierta irritación por la general mala e inadecuada conducta.

Pedro Salinas, poeta y ensayista (1891-1951), se preguntaba en 1944 en la universidad de Puerto Rico, en un discurso titulado La decadencia de la corrección del lenguaje: "¿Tiene derecho esta generación a descuidar la lengua, tanto si es por flojedad como por inconsciencia? ¿Pueden unos padres legar a sus hijos menos patrimonio lingüístico que el que recibieron de los suyos?". Y terminaba su discurso diciendo: "Sentiremos mejor lo que sentimos, y pensaremos mejor lo que pensamos" (si cuidamos la correcta expresión). La palabra es la primera y gran invención de los seres humanos y la escritura la segunda. Emil Ciorán, filósofo francés de origen rumano -1911-1995-, decía que escribir era la única forma de hacer la vida soportable y añadió que "soñaba con un mundo en el que se muriera por una coma".

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