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La conga

Existe una nueva moda entre las refinadas maneras de marcharse de un sitio sin pagar. El conocido "sinpa" que hasta ahora se aplicaba a las gasolineras (con el depósito lleno, se arranca a toda velocidad sin pagar) , se va extendiendo a otras actividades humanas que se basan en la justa contraprestación de dinero a cambio de un servicio.

Una de las que me ha llamado la atención ha sido lo que llamaría el "sinpa-conga". Un grupo familiar contrata los servicios de un restaurante para celebrar en él el bautizo de la recién nacida. Pronto, a la reserva se suman, entre familiares y amigos de toda la vida, unas 200 personas. En la fecha señalada todos ocupan sus sitios en el comedor del local y proceden a zamparse una comilona regada generosamente por botella tras botella de vino local. Con las horas, la alegría va tornándose ruidosa, los chistes vuelan de mesa en mesa, los recuerdos de pasadas gamberradas, "¿y te acuerdas de cuándo?" hacen fortuna entre las risotadas de los comensales y el sonrojo de alguna de las protagonistas. Pero todo transcurre de buen humor. Más tarde, terminada la isla flotante, con los cafés en la mesa y los licores de hierbas y los aguardientes a medio beber y los puros a medio fumar, la cosa sube de tono hasta que al padrino se le ocurre esa cosa tan divertida de sujetarse a la cintura del de delante y empezar a desfilar, pierna izquierda arriba, un dos tres, pierna derecha arriba, cantando La conga de Jalisco; quien más quien menos la conoce y la interpreta de forma aproximada. Una juerga, vamos.

La cola de bailarines medio borrachos desfila por entre las mesas, pierna derecha arriba, un dos tres, y se va dirigiendo hacia los jardines del local, hasta que los 200 comensales desaparecen corriendo por calles y sembrados, se montan en sus coches y se esfuman. Sinpa-conga.

No tiene la más mínima gracia.

Pues hay nuevas modalidades. La más popular podría llamarse "sinpa-política". Consiste en firmar acuerdos solemnes para el futuro luminoso de la vida pública. Por poner un ejemplo: partido necesita otro partido para sacar adelante la gobernabilidad general y para eso está dispuesto a firmar los compromisos que le pongan delante, incluida una gran cena con café, copa y puro. No es necesario que paguen. Hay que acabar con la corrupción, desde luego. En cuanto a uno lo imputen por inmoral, forzarán su dimisión y resplandecerá de nuevo la limpieza del modo político. Desde luego. Esa es la razón por la que no acaba de dimitir el presidente de Murcia. Y el PP le dice a Ciudadanos, no se preocupen, esta vez no, pero en cuanto vuelva a producirse un hecho punible, palabra de honor que forzamos la dimisión. ¿Le apetece bailarse una conga? Y no solo la bailan ellos sino que lo hacen todos los votantes, a quienes les encanta bailar por entre las mesas y marchar encantados hacia las nuevas elecciones. Ciudadanos, molestos porque una vez más les han tomado el pelo, amenazan con romper la baraja, pero no lo hacen más que a medias. La conga la han bailado todos. Es muy divertido.

Lo mismo ocurre con la antigua CDC. Hoy Artur Mas, Francesc Homs y el gobierno catalán señalan en estos días el camino hacia la independencia sin consecuencias; y como alguien ose intentar impedírselo, desaparecerá el Estado español. Mientras tanto todos se van a poner a bailar la conga Diagonal arriba. Sin consecuencias, oiga. Sin pagar.

La vida política española tiene una connotación sucia de la que nadie nos advierte, como si fuéramos idiotas. Casi nada se hace en interés público y todo es consecuencia de cálculos a largo plazo que nada tienen que ver con la salvaguarda del credo del partido o el respeto por los sentimientos de los votantes. En el ayuntamiento de Madrid, enfrentados con un ofrecimiento de invitar a la esposa y a los padres de Leopoldo López, el más destacado preso político venezolano, los concejales del PSOE, con alguna honrosa excepción, se abstuvieron. ¿La excusa? Que la moción "alimentaba un debate estéril", entre otras cosas porque había sido propuesta por el PP. Ni qué decir tiene que Podemos se abstuvo (y hasta seis votaron en contra) porque si se condena al parangón de la democracia y la libertad que es Maduro, también hay que condenar en el mismo acto la violación de los derechos humanos en Siria, Melilla y una larga lista de malos. Nos toman por idiotas. Menos mal que la alcaldesa Carmena votó a favor; es una tipa espléndida. Quiero invitarla a bailar agarrados.

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