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Crónicas galantes

Primero el Brexit y ahora el Beer-exit

Inesperadamente crueles con sus empleados, los jefes de la célebre marca de seguros Lloyd´s, que nació en un café de la City londinense, van a asegurarse de que ninguno de ellos alivie su sed con cerveza durante el almuerzo. Una circular interna les ha dado a elegir entre dejar las pintas o dejar el trabajo.

Por si no bastara con el Brexit que los va a sacar de Europa, los británicos se lanzan ahora al Beer-exit, por el que se apartarán también de las birras que allá llaman beer. Inglaterra ya no es lo que era. Medidas como estas contradicen el histórico papel que la cerveza, la ginebra y el ron desempeñaron en el nacimiento y consolidación de su imperio y, desde luego, minan las tradiciones que son la esencia de Gran Bretaña. También en el trabajo de la City se admitían hasta ahora los beneficiosos efectos de unas pintas o unas botellas de vino para engrasar acuerdos y obtener la victoria en los negocios. Es dudoso que el ánimo negociador se estimule en una comida de trabajo pasada por agua mineral; pero a ver quién convence a los directivos de la City que han convertido a sus empleados en abstemios por decreto. O por circular, que es lo mismo.

Los propios trabajadores han expresado su airada protesta en las redes por lo que consideran una intolerable violación de su intimidad. "¿Qué será lo siguiente? ¿Que nos manden a la cama más temprano?", se preguntaba melancólicamente uno de ellos. No parece que les vayan a hacer mucho caso. La quisquillosa dirección de Lloyd´s alega que la mitad de los incidentes laborales en la empresa se debe al exceso de cerveza -y hasta de vino- que su gente en nómina ingiere a la hora del lunch. En consecuencia, han decidido cortar el grifo por lo sano.

Lo curioso es que esta medida asimila al Reino Unido -famosamente excéntrico- con la mayoría de los países de la Unión Europea de los que ha decidido separarse. La ley seca durante el horario laboral ya viene imperando desde hace años en los países teóricamente más jaraneros del sur de Europa. Ya sea por los diferentes horarios, ya por la costumbre, lo cierto es que en España o Italia resultaría un tanto anómalo -y condenable- que un currante le diese al morapio en horas de faena. Ese hábito se reserva aquí para la hora de los vinos, las cañas y las tapas.

Tampoco hay evidencia alguna de que los banqueros y financistas que han hundido al mundo en la actual crisis actuasen bajo los efectos de una Guinnes cuando se pusieron a inyectar hipotecas subprime y otros productos tóxicos al sistema. La suya fue una intoxicación no precisamente etílica. Ni siquiera hay fundamento científico para esta prohibición. Numerosos estudios científicos divulgados en los últimos años atribuyen a la cerveza propiedades que lindan con la magia. Ingerido en las adecuadas dosis homeopáticas, el dorado líquido previene el infarto, retrasa el envejecimiento, fortalece las células frente a la amenaza del cáncer y mantiene en forma los músculos de la vejiga. Sostienen los más escépticos que muchas de estas investigaciones están financiadas por las uniones de cerveceros; pero tampoco hay porqué malpensar.

El caso es que los británicos comenzaron por tomarle gusto al Brexit y, apenas unos meses después, andan ejerciendo ya el Beer-exit o abandono de la cerveza que durante los tres últimos siglos lubricó los negocios de su próspera City. Así comienza la decadencia de los imperios.

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