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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El milagro de Ramon Llull

Aena sí que sabe. El inocuo gobierno de Mallorca malgasta su tiempo y energía en proponerse rebautizar el aeropuerto de Palma con el nombre de Ramon Llull para hacerlo, no sé, más mono, más nuestro, más cercano, menos hostil, menos mamotreto ruidoso, menos jungla agosteña, menos campo de combate de taxis contra autocares, menos locura de bajo coste, menos caja registradora en manos de otros. Mientras tanto, la empresa publico privada que lo gestiona se propone ampliar sus instalaciones para acrecentar el negocio sin contar con la opinión de los nativos. Igual asistimos al primer milagro en condiciones del beato: la multiplicación del cemento, los turistas y los políticos panolis. El segundo podría ser la desecación espontánea del Pla de Sant Jordi para acoger unas cuantas pistas más de despegue y aterrizaje que permitan que el ritmo no pare en el parque temático. Y si Ramon Llull no lo consigue, no pasa nada, los traeremos en hidroavión. Son Sant Joan ya no da a basto para satisfacer las expectativas de negocio del Estado. Tal vez si al atestado duty free lo rebautizamos como Can Mariano nos resulte más digerible cargar con los inconvenientes de no disponer de copia de la llave de nuestra propia casa. Tienen razón quienes se niegan a entablar cualquier tipo de debate sobre la saturación. Vendrán los que quieran venir, los que compren billete, y al que no le guste que no salga de su domicilio. Si el turista un billón aterriza en el aeropuerto comosellame las autoridades indígenas le agasajarán deprisita, que hay cuatro aeronaves en cola.

Mira que nos lo tiene dicho Aena, que mantengamos nuestras pertenencias controladas en todo momento. Y no aprendemos. Le quitamos la vista de encima al aeropuerto y nos surgen un par de proyectos de ampliación de pistas y aparcamientos para gestionar un vuelo cada 45 segundos de los que nos enteramos por este diario. La respuesta del Ejecutivo ha consistido en pedir una reunión. La de Més, partido que se quedó con la responsabilidad en materia de Turismo para supuestamente hacer algún cambio, no le va a la zaga en arrojo y propone organizar una plataforma de entidades que exijan la cogestión aeroportuaria. Si le damos algo de tiempo, seguro que al Consell se le ocurre un nombre bonito para dicha entente, uno que nos haga olvidar el infierno que se nos viene encima. Por suerte, existen organizaciones que distinguen el activismo del pasotismo, y el GOB ha plantado a los nacionalistas por considerar "indignante que los partidos con responsabilidad en el Govern" se dediquen a implementar movidas ciudadanas, cuando desde las instituciones "no dan un paso para contener el caballo desbocado que es el turismo y las consecuencias negativas que genera". Hasta Ramon Llull coincidiría con los ecologistas en que no se puede estar en misa y repicando porque hace dos años que la izquierda ganó las elecciones con promesas de preservar una isla que no da más de sí y seguimos a la espera. Mal vamos si cuando las cosas se ponen duras, los gestores reaccionan como si solo tuvieran el derecho al pataleo de la oposición o los movimientos sociales. Se espera mucho más de ellos que la respuesta acomplejada ante los designios insondables de macroentes y poderes fácticos. Nadie les votó para aceptar mansamente que el negocio crecerá hasta que no quede nada que exprimir, salvo la memoria de sabios que merecerían estar a resguardo de todo ese trasiego de aviones.

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