España es un país envejecido. Eso es lo que revela un análisis retrospectivo y comparativo de los datos demográficos. Así es porque, aunque nuestro país se incorporó tarde al grupo de países envejecidos del área, el porcentaje de personas mayores de 65 años ha tenido un crecimiento muy rápido e importante. El análisis de los datos aportados por Eurostat (2016), nos sitúa solo a tres puntos por debajo de Italia que encabeza la lista del envejecimiento demográfico en Europa.

Las expectativas a cincuenta años vista -según los datos de proyección aportados por el INE (2016)- indican, tanto un aumento continuado del porcentaje de personas mayores de 65 años, como del número de años que viviremos. El índice de longevidad sigue aumentando. El hecho de que Balears tengan un porcentaje de población mayor de 65 años por debajo de la media estatal, no añade diferencia sustancial alguna al hecho del envejecimiento demográfico; aunque deja claro que la evolución del envejecimiento sea algo más lenta que en otras comunidades autónomas españolas.

La cuestión de que vamos a vivir mucho mas tiempo que las generaciones que nos han precedido, nos da algo de margen para analizar la situación general con mayor claridad; con el fin de prepararnos para lo que venga a nivel particular. Los informes internacionales como el de la OMS (2015) nos dan alguna pista: el mantenimiento de la capacidad funcional es uno de los aspectos más importantes que hay que tener en cuenta.

Efectivamente, mantener la capacidad funcional implica también referirse al envejecimiento activo. Se trata de prevenir el riesgo. Reforzar aquellos aspectos que mantienen y refuerzan la función como la alimentación equilibrada; y también el ejercicio físico, las relaciones sociales y el apoyo emocional, entre otras. Dicho así esta tarea no parece tan difícil. Sin embargo, hay muchos elementos que la ponen en riesgo: el nivel de carga familiar, la economía o la vivienda, por nombrar algunas de las más importantes.

Los datos del INE publicados estos días sobre los hogares unipersonales en España y en Balears en particular, revelan de forma clara estas amenazas al mantenimiento de la funcionalidad en una población vulnerable: 36.000 personas mayores de 65 años de Balears viven solas, 24.600 son mujeres, es decir, cerca del 70%. Un porcentaje que aumenta a medida que también lo hace la edad.

No disponemos de datos más precisos sobre la situación de este colectivo mayoritario al que se refieren los datos sobre hogares unipersonales. De todas formas, es evidente que la situación de las mujeres no es la mejor de las posibles. Tengamos en cuenta las bajas pensiones que reciben -por razones de viudedad o por haber cotizado muy poco o nada, debido a su dedicación casi exclusiva, al hogar y a la familia-. Además, la vulnerabilidad aumenta con la edad y ello dificulta el autocuidado y la toma de decisiones independientes.

Es importante adelantarse a lo que está por llegar. Mantener la función significa tomar decisiones vinculadas al envejecimiento activo para vivir una vida independiente. Hay que avanzarse; montárselo cada uno pensando en cómo se quiere vivir, con quién y dónde. Es primordial utilizar los recursos que están disponibles ahora y reclamar -en el futuro inmediato- aquellos que favorezcan la libertad de decisión y la autonomía. Se trata de apostar por vivir en nuestro hogar, con nuestra gente, con nuestros amigos y amigas o con quien nos haga felices. La vulnerabilidad y la indefensión se reducen cuando se toman decisiones planificadas, autónomas e independientes. Lógicamente, los medios con los que uno cuenta para poder hacerlo son importantes; sin embargo, también se pueden considerar aquellos otros recursos que se pueden compartir con los demás, ya que aportan valor añadido a la capacidad de decidir.

*Catedrática en la Universidad de las Islas Baleares