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Antonio Papell

El fracaso de la igualdad de oportunidades

No estamos prestando suficiente atención a la devastación sembrada en nuestro país por la crisis económica que ha cambiado la faz de la sociedad española desde 2008. Es bien cierto que hemos remontado la doble recesión en términos macroeconómicos, que se están reconstruyendo la solvencia y el crédito de nuestro sistema financiero, que hay todavía un alto desempleo pero que las tasas de crecimientos presentes y previstas auguran un descenso continuado del paro? Con todo, si se realiza una desapasionada composición de lugar, se llegará a dos conclusiones todavía dramáticas: una, España mantiene altos niveles de desigualdad, pobreza y exclusión social, "entre los más elevados de la UE", según el informe de la Comisión "España 2017" que fue presentado ayer. Y dos, la pobreza se ha cronificado por un espectacular fracaso del sistema de igualdad de oportunidades.

Los informes periódicos de Save the Children, una prestigiosa organización fundada poco después de la primera guerra mundial, en 1919, para socorrer a los niños diseminados por aquel conflicto, que se ha mantenido activa y beligerante desde entonces y que actualmente funciona en 120 países, resultan iluminadores. Y el último de ellos, publicado la pasada semana, nos entrega un dibujo sórdido de la sociedad española. Entre otros datos inquietantes, aporta el de que 800.000 menores viven ya en nuestro país en hogares en los que ninguno de sus miembros trabaja. Todas las capas sociales han experimentado con la crisis un descenso de renta pero la bajada no ha sido ni mucho menos uniforme: los niños con menos recursos se han empobrecido cinco veces más. Entre 2008 y 2015 el número de niños y niñas en situación de pobreza severa aumentó en 424.000.

El informe, elaborado con estadísticas oficiales del INE y de Eurostat, analiza cinco dimensiones en las que se manifiesta la desigualdad con especiales consecuencias en el desarrollo de los niños: el empleo, la protección social, la vivienda, la educación y la salud, y la citada ONG destaca que las inversiones públicas niveladoras son insuficientes. España tiene un gasto similar a Bulgaria, la República Checa o Eslovaquia y muy alejado de países como Alemania, Finlandia o Dinamarca. El documento argumenta que si la economía no genera empleo suficiente para todos o este no es de suficiente calidad, los hogares solo pueden salir de la pobreza a través de la protección social. Pero en el caso de España, la inversión es muy escasa y no se distribuye de forma equitativa: "apenas un 33,6% de los niños pobres tienen acceso a la única prestación dirigida a mejorar su situación". Save the Children resalta además que la capacidad redistributiva de nuestras políticas públicas es menor que la de otros países europeos ya que mientras Suecia reduce su desigualdad en un 52,9% a través de transferencias sociales y la Unión Europea en un 40% de media, España lo hace sólo en un 31,9%".

Pero quizá el dato más escalofriante del informe es este: el 80% de los menores que viven hoy en España en situación de pobreza mantendrán esta posición toda su vida. Quiere decirse que el ascensor social no funciona y que la igualdad de oportunidades en el origen, que debería garantizar que cada cual llegará al límite de su esfuerzo y de sus capacidades gracias a la ayuda pública, es una entelequia sin fundamento.

El concepto de igualdad es por sí solo inexpresivo, pero ese principio democrático -el de igualdad de oportunidades en el origen- debería ser incuestionable al margen de ideologías: no puede hablarse de civilización si un solo niño no consigue ingresar en un sistema educativo eficiente y avanzar por él hasta el límite de sus fuerzas, con independencia de su posición social. A la vista está que nos hallamos muy lejos de este desiderátum.

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