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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

Inyección de optimismo

Al nuevo candidato al Gobierno de Berlín, Martin Schulz, no le falta optimismo y se le notan casi demasiado sus -por otro lado legítimas- ansias de poder. Es en cualquier caso lo que necesitaban los socialdemócratas, que parecían como aletargados e impotentes en la coalición que encabeza la canciller cristianodemócrata, Angela Merkel.

El entusiasmo de Schulz desde que dejó la presidencia del Parlamento europeo para competir con la líder cristianodemócrata en las cruciales elecciones de este año contrasta con la aparente resignación de la canciller. Ésta lleva su candidatura a un cuarto mandato electoral, o al menos así lo perciben muchos alemanes, casi como una cruz.

Por el contrario, tras dos candidaturas socialdemócratas fallidas, las de Frank-Walter Steinmeier, en 2009, y la de Peer Steinbrück, cuatro años más tarde, Schulz, novato en esas lides, ha levantado de pronto los ánimos de sus correligionarios. Queda, por ver, sin embargo si el nuevo candidato del SPD, autodidacta sin estudios universitarios, exalcohólico y exlibrero, cuya experiencia de gobierno se limita a la alcaldía de una pequeña localidad alemana, está a la altura de lo que muchos esperan de él.

En el partido de la izquierda, Die Linke, de Sarah Wagenknecht y el exsocialdemócrata Oskar Lafontaine, muchos se muestran escépticos a juzgar por su trayectoria como presidente del Europarlamento. Se le critica, por ejemplo, que no se haya distinguido precisamente como crítico de la Agenda 2010 de su correligionario, el excanciller y hoy multimillonario valedor de los intereses energéticos rusos Gerhard Schroeder.

Las reformas del mercado laboral alemán aplicadas por el Gobierno de Schroeder, destinadas a hacer más competitiva a la industria exportadora alemana, posibilitaron los llamados minijobs y aunque redujeron el desempleo, aumentaron la precariedad. Schulz sigue defendiendo en cierto modo aquellas reformas al calificarlas de "respuesta adecuada en un momento de estancamiento económico". Sin embargo, señala que el Gobierno socialdemócrata debería haber introducido ya entonces el salario mínimo y haber gravado más a los superricos, algo que no ocurrió y que él ahora reclama. Eso es precisamente lo que muchos reprochan a los socialdemócratas: que hagan guiños a la izquierda cuando están en campaña para aplicar luego, si llegan al gobierno, políticas que apenas se distinguen de las de los conservadores.

Más comprensivo también últimamente con las dificultades de los países del Sur que la canciller o su ministro de Finanzas, Schulz no lo fue tanto desde la presidencia del Parlamento europeo cuando en 2015 se conminó al asfixiado Gobierno griego a privatizar y hacer todo tipo recortes. Schulz tampoco parecer querer comprometerse, en caso de ganar las elecciones, a una alianza de izquierdas con los Verdes y Die Linke, un tripartito que rechazaron ya otros dirigentes socialdemócratas en el pasado.

Mientras tanto, la canciller Merkel, más impopular que nunca antes entre sus compatriotas por su torpe manejo del problema de los refugiados, parece confiar en que la presencia del errático Donald Trump en la Casa Blanca la ayude a ganar otra vez. Como dejó escrito Ignacio de Loyola: "En tiempos de desolación, no hacer mudanza".

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