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Humanidad anglicana

Theresa May ha interrumpido radicalmente la admisión de niños refugiados, asunto en el que el Reino Unido tiene una larga tradición democrática (más de diez mil niños europeos, sobre todo judíos, fueron adoptados por los británicos poco antes del estallido de la segunda guerra mundial), lo que ha irritado a amplios sectores sociales relevantes del país, contrarios al cierre de fronteras y a una concepción introspectiva y pusilánime del Brexit.

Y a interpretar este sentimiento ha salido a la palestra el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, quien en la inauguración del sínodo de la iglesia anglicana ha situado tanto el Brexit como la elección de Trump en el marco del "auge del nacionalismo, el populismo e incluso el fascismo en todo el planeta", y ha comparado al presidente norteamericano con líderes ultraderechistas como la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert Wilders, que proponen unas políticas que son "un ejemplo del miedo y la exclusión".

Quienes, aun siendo agnósticos, pensamos que las religiones son construcciones intelectuales encaminadas a buscar caminos de convivencia y de paz y dedicadas a expandir valores generosos y tolerantes, nos alegramos de actitudes como la del reverendo Welby y echamos en cambio en falta las voces de otros líderes espirituales, enfrascados en sus pequeñeces domésticas y en sus valores cenceños y rigurosos, e incapaces en cambio de orientar con la evocación de los grandes principios a toda la humanidad.

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