Mientras los progresistas del mundo entero siguen lloriqueando por el advenimiento de Trump, en Palma nada nos despista de un asunto fundamental, la preservación incólume del glorioso monolito de sa Feixina. Poco importa que la fachada de Palma quede permanentemente desfigurada por un funesto perchero de media docena de pisos, colgado de Génova y cuya gestación sería interesante descifrar. Volviendo a nuestra preocupación hegemónica, el monumento franquista ofrece un lienzo magnífico para utilizarlo como pantalla, donde proyectar películas al aire libre. Esta iniciativa remachará además los valores artísticos que hacen inevitable su perennidad.
Mi propuesta de reconciliación de las dos Mallorcas consiste en organizar un Festival de Cine Antifascista sobre el monumento de sa Feixina. Dado mi escoramiento más popular que populista, estoy pensando en un programa que incluya El gran dictador y la Sección especial de Costa Gavras. Contemplar la parodia de Hitler a cargo de Charlot, sobre las venerables piedras de homenaje al Baleares, supone el mayor ejercicio de confraternización imaginable. Se debe incluir una película satírica sobre la figura de Franco, aunque sea la francamente inexplicable La reina de España.
Desternillarse de Franco en sa Feixina, un magno acontecimiento que concentrará al público palmesano. Por supuesto, los defensores del monolito suscribirán con entusiasmo la propuesta gratuita que someto a su consideración. De hecho, el Festival de Cine Antifascista sobre el monumento franquista demostrará sin asomo de duda que su encendida defensa carece de vértices ideológicos, puesto que se ejerce desde una estricta valoración arquitectónica. El bigotejo de Charlot secularizará el monumento, los progresistas exigirán solidarios su conservación si les sirve para reencontrarse con el cine leninista de Eisenstein. La iniciativa puede completarse en meses alternos con un Festival de Cine Fascista, donde obras maestras como El triunfo de la voluntad o Raza nos recuerden de la que nos hemos librado.
