En un reciente reportaje publicado en Diario de Mallorca se dieron a conocer las instalaciones de los dos estabularios de las islas, así como los cuidados y atenciones que reciben los animales por parte del personal responsable de los mismos, además de opiniones e ideas que defienden el uso de animales en la investigación biomédica. Quisiera aprovechar esta columna para cuestionar algunas de las ideas que en el se exponen y defender que no existe ninguna razón que lo justifique moralmente.

Solo en España, durante el 2014, según datos del ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, se registraron un total de 807.018 individuos utilizados en diversas investigaciones y experimentos. Además de en la biomedicina, los animales no humanos son usados en una gran diversidad de pruebas no contempladas en el informe del ministerio, que van desde la industria cosmética hasta la fabricación de armamento o tabaco, así como en la actividad docente en Facultades de medicina y veterinaria. Organizaciones como la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) o la Asociación Europea para la Investigación Animal (EARA) promueven el uso de modelos animales argumentando que los mismo son esenciales para el desarrollo de futuros tratamientos médicos y que determinados avances conseguidos para el tratamiento de enfermedades como la diabetes, el cáncer o el SIDA no hubieran sido posibles sin los mismos.

Se tiende a aceptar, sin apenas cuestionarla, la experimentación con animales dado que en teoría tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de los humanos o combatir graves enfermedades, siendo los beneficios que nos reportan muy superiores al sufrimiento infligido a esos animales. Todo el ordenamiento comunitario y estatal existente en la actualidad a este respecto es heredero del Código de Nuremberg (1947) en el que se asume que los resultados obtenidos en animales son extrapolables a los seres humanos dada la similitud anatómica y fisiológica entre unos y otros. Ahora bien, ni el estado del actual paradigma biomédico es el mismo que en 1942 ni las evidencias científicas aportadas en ese momento se sostienen a la luz de los actuales avances científicos (Greek et al. 2012)

Por otro lado, se tiende a presentar una imagen homogénea de la comunidad científica en relación al consenso sobre el uso de modelos animales, pero lo cierto es que no todos los investigadores tienen una posición tan clara y definida en relación a ello. Por ejemplo, tradicionalmente la investigación sobre Alzheimer se ha llevado a cabo con animales, con el supuesto objetivo de mejorar nuestra comprensión de los mecanismos fisiopatológicos que lo producen o para probar nuevas alternativas terapéuticas para los afectados. En la mayoría de ocasiones desde la comunidad científica se presenta este hecho como una cuestión de eficacia metodológica, mientras que en otras sería consecuencia de una falta de alternativas en la investigación en este campo. Lo cierto es que más que de alternativas de lo que se carece es de la voluntad para abordar nuevos paradigmas a partir de las evidencias ya existentes (Langley, G. 2014). A este respecto, David Pamies de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, (Baltimore, EE UU) y Eugenia Trushina del Departmento de Neurología de la Clínica Mayo (Rochester, EE UU), junto a un amplio grupo de investigadores y científicos, defienden que los modelos basados en humanos junto a estudios epidemiológicos a gran escala pueden ser herramientas efectivas en la investigación si consideramos el papel crucial que el estilo de vida juega a la hora de padecer Alzheimer (Pistollato et al. 2016).

A pesar de que existan algunos datos que corroboren la idoneidad de los modelos animales, el hecho de pertenecer a otra especie diferente a la humana no justifica que moralmente que tengamos derecho a disponer de sus vidas. Los animales no humanos son individuos capaces de sufrir y disfrutar a partir de sus propias experiencias, son seres sintientes con intereses propios que hay que respetar. Eze Paez, doctor en Filosofía Moral por la Universitat Pompeu Fabra y miembro del UPF-Center for Animal Ethics, sostiene que en el caso de que lo realmente necesario sea avanzar de forma efectiva en la mejora de la salud humana, al margen de consideraciones éticas, deberíamos entonces plantearnos someter a los seres humanos a tales experimentos, puesto que supone una clara ventaja metodológica. Obviamente, argumenta Páez, debemos rechazar tal afirmación ya que es éticamente injustificable: no podemos causar daños contra su voluntad a otras personas porque con ello se mejore las condiciones de otros. Ni la inteligencia, ni el género, ni la raza ni la especie pueden ser razones que justifiquen el hecho de que para beneficio de unos otros deban someterse a pruebas, en la mayoría de los casos de larga duración, soportando niveles de dolor y sufrimiento inaceptables.

*Activista antiespecista