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El abrazo

En Podemos ha surgido una corriente que pretende reconciliar esas dos facciones que han surgido en su seno y que no hacen más que envenenar el ambiente y decepcionar a sus votantes y simpatizantes. El manifiesto en cuestión tiene un nombre que invita a la hermandad, a superar encontronazos y posturas demasiado enconadas. El manifiesto del abrazo, se llama. Y ya sabemos lo que ocurre, en muchas ocasiones, con los abrazos. Que pueden ahogar, o que uno de los abrazantes puede llevar oculto en su manga un puñal y, mientras va durando el fraternal abrazo, ir clavando hasta el mango la hoja del cuchillo en la espalda del abrazado. Ya sabemos que en Podemos se abraza mucho. No en vano, es una formación que nació gracias a un abrazo colectivo. Podemos es una formación convulsa en la que predomina el beso, la caricia, el ligoteo y, por supuesto, el gran y sonoro abrazo que se dan sus componentes. Y ese componente emocional tiene, no lo neguemos, un cariz erótico que conmueve al, en general, rígido y acartonado mundo de la política. Es evidente que el sexo late en Podemos. Ahora bien, este emocionalismo tiene su cruz, su cara cainita. En un parpadeo, el amor se torna odio y es cuando comienzan las traiciones, las depuraciones, la inquina sorda. Se resiente el buen rollo y el colegueo y se pueden llegar a quebrar las amistades. Así como se hacen, se deshacen las parejas. Las facciones y los sectarismos en una formación que nació, justamente, con un espíritu de hermandad contra el poderoso. Lo dramático del asunto es que ahora tienen que tragarse aquel discurso de la casta y de los tics de la vieja política. Ellos aseguran que tienen que madurar, que ni siquiera son jóvenes, sino que aún se hallan en plena y atrabiliaria adolescencia. Y, sin embargo, de repente han adquirido los clásicos tics de los partidos más consolidados.

Este manifiesto con vocación de abrazo parece un intento algo desesperado por volver a los orígenes. Es lo que tiene el abrazo que, debido a su profusión y gratuidad, no acabas de creértelo del todo y empiezas a sospechar de tanto cariño colectivo, de tanta emoción a raudales, de tantos ojos conteniendo las lágrimas, de tanto manoseo y besuqueo que, ya digo, uno agradece en un mundo tan fosilizado. No olvidemos tampoco que en el mundo de la farándula, tanto del cine como del teatro, también proliferan los grandes sentimientos, las desmesuradas muestras de cariño y de amor infinito, los abrazos tan sentidos, los besazos ensordecedores, los achuchones. Pero de todos es sabido que detrás de esas estruendosas manifestaciones de amor fraterno, late la envidia, la rabia no confesada, las camarillas, el ya viejo "quítate tú que me pongo yo", y en ese plan. Por eso, hay que ir con cuidado y tiento con el tema de los abrazos, ahora que circula por ahí un manifiesto con ese hermoso título: El abrazo. Es cierto que un buen abrazo siempre reconforta, pues sentimos que nos circula la sangre. Un abrazo en Vistalegre podría ser el título de un poema social, un brindis colectivo al punto de partida, ese primer abrazo en las plazas de España. Todo muy emotivo, aunque en el seno de Podemos habitan comisarios que no dudan en practicar las depuraciones, los arrinconamientos, en fin, los burócratas de toda la vida, que están ahí para vigilar y denunciar posibles disidencias. Seguiremos comprobando cómo se besan, casi con fruición, cómo se toquetean, cómo se dirigen miradas de deseo, cómo se funden en un abrazo duradero que querrían eterno. Y, sin embargo, esos abrazotes pueden acabar convirtiéndose en puñaladas más o menos traperas.

O, tal vez, todo este lío no sea más que una estrategia para simular que Podemos no es un monolito, sino que rebosa pluralidad y que admite posturas distintas dentro de su generoso y sonriente seno. En fin, que la pureza de la democracia corre por sus arterias. La reivindicación del abrazo para restañar las heridas, el beso tenso de quienes se quisieron mucho. La invocación al abrazo tras el cual la formación saldrá reforzada y más optimista que nunca. Vamos a ver. También puede ser una forma de escenificar su hegelianismo. Dicho rápido: a la tesis, que encarnaría Pablo Iglesias, se le opone una antítesis, defendida por Iñigo Errejón. Por supuesto, falta la síntesis, y esa síntesis es lo que anhelan los firmantes del manifiesto: un gran y fraternal abrazo entre ambas facciones. La reconciliación. Pero lo cierto es que este abrazo del manifiesto, si se da, tiene más pinta de escenificación teatral que de acercamiento de posiciones. Abrazo que quiere ser síntesis. Muy clásico todo, como lo es la dialéctica hegeliana.

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