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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Vuelven los nervios

La calma de estos últimos meses se ha disipado y vuelven los nervios a la vida política española, con dos problemas centrales: el candidato Pedro Sánchez y la aceleración final del ´Procés´

Hace dos o tres años, el momento político pasaba por hablar de una reforma constitucional. Tender abiertamente hacia el federalismo -ya lo apellidáramos simétrico o asimétrico- era la solución que proponían los partidarios de la tercera España para encauzar el problema catalán. Una nueva Constitución que actualizara el pacto democrático, modernizase las instituciones del país, resolviera algunos de los errores cometidos durante la Transición con el desarrollo autonómico del "café para todos" y, en definitiva, que garantizara mejor el contenido simbólico e identitario de las conocidas como "comunidades históricas". Algunos de los defensores de esta tercera vía -como Miguel Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución del 78- creían que bastaba sólo con añadir una disposición adicional sobre Cataluña, siguiendo la tradición democrática de ir introduciendo pequeñas enmiendas o mejoras al texto común. Para otros, en cambio, la reforma tenía que ser integral, ya que los tiempos -y la sociedad española- no se correspondían con los años setenta y primeros ochenta.

? Fuese por una u otra vía, la reforma constitucional era el tratamiento que requería España frente a una crisis económica, institucional y de organización territorial que amenazaba con llevarla a la quiebra. El papel de la Corona llegó a estar en cuestión a medida que subía la intención de voto de los movimientos populistas y la corrupción cercaba al partido en el poder. En esas circunstancias, algunos sostuvieron -yo entre ellos- que, si no se ponía en marcha un proceso constituyente, se debía básicamente a la mayoría absoluta del PP y que, en todo caso, sólo era cuestión de tiempo que se hiciera, cuando los equilibrios parlamentarios de un nuevo Congreso obligaran a abrir este debate. Por supuesto, nos equivocamos. Ya nadie habla -o muy pocos lo hacen- de la necesidad de una nueva Constitución, más allá de algún retoque puntual. ¿Qué ha cambiado? El momento político, sin duda. Y también las circunstancias.

Con la economía creciendo a buen ritmo -aunque sea gracias a la ayuda de los anabolizantes del déficit público y la financiación del Banco Central Europeo-, la crisis institucional se relativiza. Incluso, la corrupción parece que pesa menos, quizás porque la sobredosis informativa nos ha acostumbrado en exceso a su amargo sabor. Perdura, sin embargo, una grave crisis política, con dos ejes no obligatoriamente relacionados: el PSOE, o la ruptura de la izquierda clásica, y Cataluña. Y ambos problemas exigen una pronta solución.

Sin duda, la calma general que ha vivido España en estos últimos meses tenía mucho de espejismo. A la espera de lo que diriman las primarias, el PSOE se vuelve a fracturar con el regreso de Pedro Sánchez. El bipartidismo ya no existe, precisamente porque se ha roto por la izquierda. Y, en lo que concierne a la cuestión territorial, Cataluña ha iniciado lo que parece ser la última aceleración del procés, sin que sepamos cuál va a ser el resultado final. Sí sabemos que las líneas rojas se han impuesto a las propuestas de diálogo, las mejoras de financiación e incluso una eventual reforma constitucional. El "no es no" de Sánchez equivale al "referéndum sí o sí", dos respuestas en apariencia opuestas pero con un denominador común: la dificultad de aceptar la condición pactista y mediada de la democracia. O, lo que es lo mismo, siempre resulta preferible una democracia posible e imperfecta a otra ideal y utópica.

? El lunes, con el juicio a Mas por el 9N, ha comenzado el último acto del soberanismo catalán: una peligrosa aceleración que seguramente conducirá a la prohibición del referéndum y a la convocatoria de nuevas autonómicas, que serán capitalizadas previsiblemente por los rituales del victimismo. La partida se juega ahora, pero el objetivo final de los soberanistas pasa por ampliar sus bases de apoyo hasta conseguir una mayoría suficiente. Por su parte, con las primarias socialistas, el PSOE debe decidir entre continuar siendo un factor de estabilidad para el país o abrir paso a la podemización del partido, en contra de los intereses generales. La calma de estos meses ha sido un espejismo y, de repente, vuelven los nervios. Y, por cierto, la reforma constitucional ni está ni se la espera.

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