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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Valtonyc y la libertad de expresión

La semana que viene, la Audiencia Nacional va a juzgar al joven rapero mallorquín Josep Miquel Arenas, Valtonyc (Sa Pobla, 1993). Se podría decir que el músico ha llegado a lo más alto de la lista de éxitos del descrédito de la justicia española, que tiende a mostrarse fuerte con los débiles y débil con los fuertes, y este caso lo confirma de nuevo. El fiscal Pedro Martínez Torrijos le pide un año y ocho meses por injuriar al rey, y otros dos años por enaltecimiento del terrorismo por una de sus canciones, Circo Balear, además de una multa de 4.000 euros. La policía nacional detuvo a Valtonyc en su casa de Sineu en el verano de 2012, porque en su canción pedía la ocupación armada de Marivent y decía que la asociación Círculo Balear que lidera Jorge Campos, su denunciante, "merece una bomba de destrucción nuclear". Como la justicia además de sobreactuada en sus enfoques es lenta como ella sola, resulta que a día de hoy, cinco años después de la operación anti rapero, la residencia de verano de la familia real abrirá sus puertas a la ciudadanía unos cuantos meses al año con el beneplácito de la jefatura del Estado, que debería buscarse mejores valedores si desea sobrevivir. A mí la ocupación armada de Marivent me parece una chorrada de adolescentes, y su ocupación pacífica un asalto a los bolsillos de los ciudadanos, que apoquinarán el doble en jardineros. Pero lo retiro todo, no sea que un funcionario del ministerio público pagado por mis impuestos deduzca que pretendo ofender a la corona, y me obligue a ir a la capital de la nación a postular que hay delitos que hace décadas que no deberían existir, y que de hecho no existirían con una saludable república.

No me gustan especialmente las canciones de Valtonyc, pero sí la libertad de expresión. La necesito para trabajar y la uso hasta el límite de mi entendimiento, que no puede ser nunca el mismo que el de un novel rapero de 19 años, o el del presidente de una asociación que defiende "los derechos lingüísticos individuales", pero que se pronuncia contra el catalán con una agresividad que me desagrada profundamente. Si se juega duro en la argumentación, se debería mostrar más cintura a la hora de recibir críticas, que serán diferentes en calidad literaria y vehemencia según de quién provengan. Entiendo que un particular se sienta ultrajado y denuncie, lo que no acepto de ninguna manera es que toda la maquinaria del Estado se ponga a su servicio, hasta llegar a instancias máximas y al juicio de la semana que viene. Perseguir la letra de un rap por enaltecimiento del terrorismo ofende en primer lugar a quienes de verdad se están arriesgando en la lucha contra el terrorismo. Perseguir a una veintena de raperos por sus letras en los últimos años significa que la Audiencia Nacional ha abierto una Sala de lo Musical en la que no se espera a los reggaetoneros que desprecian a las mujeres. Tal vez sus señorías nos puedan proporcionar un listado de temas sobre los que puedan cantar los jóvenes artistas urbanos, esos que se creen con derecho a expresarse fuera del sistema.

De manera que Valtonyc puede ir casi cuatro años a la cárcel por sus letras, mientras que el pederasta proxeneta de s'Arenal se libró del talego con una multa de 22.200 euros, y el conductor kamikaze que hace un par de semanas sembró el pánico al circular borracho y sin carnet casi 20 kilómetros en dirección contraria pagaba 600 y se iba a su casa. Se desconoce si la calidad de las rimas de los dos últimos jugó a su favor.

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