Opinión

Joaquín Rábago

Un mentiroso patológico en la Casa Blanca

Un mentiroso patológico ha llegado al puesto dotado de más poder del planeta: la presidencia de los Estados Unidos de América. Ha llegado con sus continuas y repetidas mentiras aunque por la fuerza de los votos como en su día, conviene no olvidarlo, llegó Adolf Hitler a la cancillería alemana.

Según una revista estadounidense, Donald Trump ha tenido Mein Kampf como uno de sus libros de cabecera, y a nadie debería extrañarle. Son por supuesto los actuales tiempos distintos de los de la Gran Depresión, que acompañó el auge de los fascismos europeos, pero hay fenómenos inquietantemente parecidos.

Por ejemplo, el avance en todas partes de los populismos nacionalistas y xenófobos, como sabemos perfectamente también en Europa. Y algo así como la añoranza del hombre fuerte, se llame Putin, Orbán o Erdogan, un político capaz de ofrecer soluciones simplistas a los problemas complejos del mundo actual.

Alguien que, como todos esos políticos y el propio Trump, se proclama poseedor de la única verdad y no tolera que ni la prensa ni nadie le contradiga. El nuevo presidente de Estados Unidos, multimillonario gracias a sus negocios inmobiliarios, se ha erigido en portavoz de los olvidados de su país, de los que no tienen voz. Y ha formado un gabinete de exbanqueros, petroleros, y empresarios como él para solucionar sus problemas. Un gobierno, pues de multimillonarios, que se preocupará, como él mismo ha anunciado, de bajarles los impuestos a los más ricos como una de las medidas para dinamizar la economía.

En el plano exterior, Trump amenaza con destruir en los años que tiene por delante lo que la comunidad internacional tan pacientemente ha construido en toda la posguerra. Pero no para establecer un orden mundial más solidario y justo, como el que tanta falta hace, sino para todo lo contrario. Lo proclama sin rubor el lema constantemente repetido de su campaña: "América, primero".

En persecución de ese fin, Trump parece dispuesto a hacer mangas y capirotes de los tratados internacionales, buscando egoístamente siempre lo que pueda beneficiar a su país aunque perjudique al resto del mundo. Tal vez consiga de esa forma dar un nuevo aunque con seguridad momentáneo impulso a la economía de Estados Unidos, lo único que parece importarle.

Aunque con ello aumente la desigualdad y crezcan las tensiones en el resto del mundo; aunque se fundan los casquetes polares y suba peligrosamente el nivel de los océanos. Con su decidido apoyo al Brexit británico, Trump confía además en que cunda el ejemplo del Reino Unido y otros países europeos sigan sus pasos.

Sabe que cuanto más dividida esté Europa, más fácil le será negociar con los gobiernos por separado y sacar así ventajas para su país y sus propios bolsillos. No se lo consintamos: hace falta formar con urgencia un frente contra Trump y contra todos esos políticos europeos sin escrúpulos que le toman hoy como modelo.

Millones de norteamericanos no reconocen a Trump como su presidente, no se han tragado sus mentiras y consideran peligroso para el país y el mundo el camino por él iniciado. Solidaricémonos con ellos.

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