Opinión | Al Azar
Matías Vallés
Me alegro por Carlos Moyá
Carlos Moyá no está demostrando dónde puede llegar Nadal en su recuperación, sino dónde pudo llegar el propio Moyá si hubiera preferido jugar a vivir. En Melbourne se enfrentaron ayer dos discípulos del primer español que se proclamó número uno del mundo. En este tenis vintage que nos devuelve a Federer y al mallorquín que lo descabalgó, era imposible no percibir al marido de Carolina Cerezuela desplegando sus alas de albatros en una derecha cruzada, con una ejecución digna de un verdugo de alta costura. Moyá/Nadal fusiona la elegancia y la brutalidad, perfecciona cualquier superficie.
La euforia desatada por el renacimiento de Nadal confirma que su hundimiento previo era más acusado de lo que sus hagiógrafos están dispuestos a confesar. El drama consistía en que no era derrotado por tenistas mejores, sino que había rebajado la certeza de su juego hasta situarse en inferioridad de condiciones frente a quienes debería vapulear. Conociendo a Moyá, no le ha devuelto la fe en sí mismo. Al contrario, ha reconquistado al niño que aprendió con él demostrándole que no siempre tiene razón. Lo ha devuelto a la cima reforzando su condición de obrero del tenis, de picapedrero desdeñado por los estetas que adoran a Federer. El primer mallorquín en ganar el abierto australiano no admite paños calientes. Lo recuerdo desmaquillándose en los estudios madrileños de Cuatro, tras una derrota de Nadal que venía de comentar. "Tsonga le ha pasado por encima". Sin contemplaciones. Los campeones no tienen amigos, no los necesitan.
Me alegro por Moya de los triunfos recobrados por Nadal. Alguien tiene que hacerlo. Tras despachar en Australia a Baghdatis, un periodista intentó que el nueve veces ganador de Roland Garros reconociera la deuda con el campeón incorporado a su equipo técnico. "No nos demos tanta prisa", replicó el interpelado, apropiándose en exclusiva del triunfo y la recuperación. Frente a un Raonic moralmente desarbolado, Nadal volvió a ser el de siempre, pero ahora gracias a Moyá. En la pista, quiero mil veces al mayor deportista español de todos los tiempos. En cuanto acaba el partido, me quedo con su nuevo mentor.
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