Opinión

José Jaume

La derecha y el PSOE quieren a Pablo Iglesias

Conviene prestar atención a las cosas que se camuflan detrás de las cosas. Es el caso de la supuesta simpatía con la que la derecha y sus...

Conviene prestar atención a las cosas que se camuflan detrás de las cosas. Es el caso de la supuesta simpatía con la que la derecha y sus medios, haciendo causa común con el PSOE, acogen a Iñigo Errejón contraponiéndolo a Pablo Iglesias, presentado como el populista radical, el comunista de tomo y lomo, que, de gobernar, llevará España a la ruina. En cambio, Errejón es el político sensato, centrado, con el que es factible dialogar y llegar a acuerdos. A tres semanas del congreso de Podemos, en el que se dilucidará quién obtiene el efectivo control del partido, los papeles adjudicados a Iglesias y Errejón se han coloreado al máximo: el malo y el bueno de Podemos. El presunto objetivo: que quede nítidamente establecido quién es quién.

Cuidado, porque ese no es el objetivo real de lo que se nos está presentando. Lo que se busca es lo contrario de lo que se aparenta, lo que se intenta, es hacer naufragar las reales expectativas de Iñigo Errejón de alzarse con la mayoría en el congreso de Vistalegre, el denominado Vistalegre 2; se quiere que sea Pablo Iglesias quien se haga con el santo y seña de Podemos, porque en la derecha y en el PSOE existe el compartido convencimiento de que con él en la secretaría general y dominando la dirección del partido, éste no tendrá la oportunidad de ganar las elecciones generales. Pablo Iglesias es el seguro de vida que afanosamente quiere obtener el bipartidismo PP-PSOE para sobrevivir. Con Iglesias al frente de Podemos, el límite de los 70 escaños, uno arriba o abajo, devendrá infranqueable. De ahí las constantes alabanzas a Errejón. En el campo de la derecha y en el partido socialista dominado por los trogloditas que han impuesto la gestora reinante: Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Rodríguez Zapatero, Ramón Jaúregui, Elena Valenciano y demás amplia nómina de fósiles más o menos ilustres, se considera que al ensalzar a Errejón, se predispone en su contra a los afiliados de Podemos, al tiempo que se contribuye a afianzar a Iglesias. Se dirá que es algo muy retorcido, tal vez demasiado evidente, pero es lo que está sucediendo. Se puso a prueba en Madrid y funcionó: las informaciones sobre la compraventa del piso de protección oficial de Ramón Espinar, el candidato de Iglesias, consiguieron que ganase la elección a la errejonista Rita Maestre, mucho más peligrosa para los intereses de PP y PSOE en Madrid.

Visto el resultado, la estrategia se aplica concienzudamente para apuntalar a Iglesias ponderándolo por encima de su adversario. Los elogios que provienen del campo enemigo son tóxicos y muchas veces obran en su contra. No es por casualidad que los medios de comunicación de Madrid, en mayor o menor grado, pero sin excepción, trabajen para la candidatura de Iglesias haciendo de Errejón el líder moderado y creíble, el político que el sistema está en disposición de aceptar.

Sucede que es Iñigo Errejón, su lúcido posibilismo, su pretensión de abrir Podemos, su lenguaje, alejado de las estridencias del de Iglesias, el que preocupa a la derecha y pone de los nervios al PSOE. Una y otro saben que con Errejón al mando, en unas elecciones generales Podemos puede estar en condiciones de jibarizar todavía más a los socialistas y dejar en la oposición al PP. Es Errejón quien plantea una alternativa viable, entendiendo por tal a la que está en condiciones de quebrar el duopolio PP-PSOE establecido por una ley electoral abiertamente deficitaria. Errejón, el cerebro mejor preparado de Podemos, es el enemigo a batir, no Iglesias, a quien se tiene por seguro que calentará indefinidamente la bancada de la oposición en el Congreso de los Diputados.

El declinante bipartidismo quiere que Pablo Iglesias siga siendo Podemos, que esté en condiciones de aplicar en el partido los métodos propios del leninismo, los que en Madrid lleva a cabo Ramón Espinar, que no ha dudado en purgar a sus adversarios, a quienes se alinearon con Errejón. Los modos de Iglesias, su inagotable demagogia, el lenguaje que utiliza para sus incendiarias soflamas, su histrionismo, lo han convertido en un dirigente que probablemente fue imprescindible para situar a Podemos donde hoy se encuentra, pero es a todas luces el político menos indicado para conducirlo a compartir el poder, porque en Podemos saben que sin el PSOE no llegarán a ningún sitio. El entendimiento de las dos izquierdas es imprescindible para apear al PP del gobierno. Errejón se organiza para hacerlo posible, Iglesias, secundado por ese estalinista llamado Monedero, que nada tiene que envidiar a los dirigentes del viejo comunismo, maestros en purgar a quien osaba oponérseles, brega por un Podemos volcado en la calle, en la agitación y la propaganda permanentes, pero sin trasmutarse en alternativa a los poderes establecidos. Es el discurso que en su momento estableció como dogma inamovible Julio Anguita, otro comunista de la vieja escuela, que acabó estrellándose en su pretensión de laminar al PSOE. Los socialistas o se liquidarán por sí mismos, y hay que hacer constar que trabajan a destajo para conseguirlo, o bien, sensiblemente disminuidos, habrá que seguir contando con ellos para forzar el cambio en el gobierno, en el que hoy sigue Mariano Rajoy por decisión, por encima de todo, del viejo PSOE y la colaboración de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, quienes, al igual que los partidos comunistas de antes de la Segunda Guerra Mundial, execraban cualquier componenda con los revisionistas socialdemócratas. Iglesias es el comunista que conviene a la derecha y al PSOE. Con él no se vislumbra un abierto peligro de que Podemos perfore la deteriorada coraza bipartidista. Si es Iñigo Errejón quien en Vistalegre impone sus tesis, si, como mínimo, ata corto a Iglesias, y éste opta por retirarse, como a modo de chantaje emocional a los afiliados del partido está planteando, tendremos a un Podemos en condiciones de promover un cambio sustancial en la política española.

Eso es lo que trata de evitar la derecha con su torticera beligerancia supuestamente volcada a favor de Iñigo Errejón cuando es diametralmente lo contrario lo que persigue con denuedo. El hombre a batir es Errejón, no Iglesias.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents