Javier Marías ha publicado este domingo un ácido artículo, "El servicio y la señorita", en el que critica con toda la razón a Ada Colau, al Parlament de Cataluña y a la Fira de Barcelona por haber excluido del Salón de la Infancia esta pasada Navidad los habituales stands del ejército y de las distintas policías, guardia civil, policía nacional y mossos d'esquadra. La alcaldesa de Barcelona, en un rapto de papanatismo, dijo que quería "desmilitarizar" la ciudad, y de ahí la proscripción de los uniformados, como si viviéramos en pleno franquismo y como si el ejército y las distintas fuerzas de seguridad del Estado no hubieran dado sobradas pruebas de lealtad democrática, de vocación de servicio público y de supeditación a la autoridad civil. Leo a continuación que las fuerzas de seguridad de Cataluña se manifiestan hoy en Barcelona por la desprotección institucional que dicen padecer. En concreto, los Mossos d'Esquadra están siendo presionados públicamente por la CUP con la pretensión de que la consejería de Interior que los dirige deje de acatar la legalidad vigente y desobedezca las órdenes estatales o las traslade a la policía Nacional o a la Guardia Civil. Ya está bien de jugar con fuego. Las opiniones políticas son libres y muchos estamos dispuestos a luchar con el denuedo necesario por defenderlas, pero todo tiene un límite, que en este caso es la ley vigente. Ley democrática que tiene más peso y prestigio que el ideario pintoresco de los antisistema.
