El afán de protagonismo y el peso de la impronta personal siguen marcando y condicionando en exceso la actividad política de Balears. Se está viendo y comprobando de nuevo estos días, desde dos perspectivas y talantes muy distintos que, sin embargo, confluyen en un mismo punto preocupante: el desprecio a los compromisos adquiridos y la falta de respeto a las estrategias y planes colectivos de los partidos afectados. Esta forma de actuar, primando el interés o la comodidad personal, y muchas veces ambas cosas a la vez, tiene el grave coste del debilitamiento institucional, la parálisis o el retroceso de la actividad política y la instalación de la desconfianza recíproca.

Xelo Huertas, la presidenta del Parlament, está a un paso de verse obligada a abandonar el cargo, después de haber sido expulsada de Podemos. En vez de entregar el acta de diputada, una vez consumada la ruptura con el partido que la catapultó al puesto y con el que concurrió a las elecciones, opta por asegurarse la continuidad personal. Flirtea con el PP alineándose ocasionalmente con posiciones que difieren en lo sustancial de las siglas con las que se presentó a los comicios.

La otra diputada expulsada de Podemos, Montse Seijas, adopta una posición disidente al admitir que probablemente se integrará en el grupo mixto de la Cámara. El primer efecto de esta nueva versión del transfuguismo, tan en boga en la vida política balear desde que Carlos Ricci lo estrenara en 1987, en la segunda legislatura, puede ser la pérdida de mayoría de los partidos del Pacte de Govern en las comisiones parlamentarias.

De otro lado, cuando el PP ya tenía perfilada su necesaria regeneración en Balears, con una candidatura mayoritaria a la presidencia del partido encabezada por Gabriel Company, José Ramón Bauzá ha sorprendido y descolocado a todos anunciando que quiere volver a optar al cargo. El expresident del Govern adopta esta posición sustentada solo en la preferencia personal, al margen de la infraestructura del partido y, lo que es más grave, rompiendo su compromiso de no volver a postularse en Balears a cambio de mantener la actual plaza de senador en representación autonómica.

Son los exponentes más recientes de un protagonismo personal que desde casi siempre ha marcado y condicionado la vida política balear. De hecho, los abundantes casos de corrupción vividos en estas islas a la sombra de las instituciones, no son más que la forma más dañina y distorsionada de quienes se adentran en la política practicando el ombliguismo.

Los tribunales de Justicia han dictado suficiente jurisprudencia para dejar claro que el escaño obtenido en las urnas es intransferible en contra de la voluntad del afectado o afectada y de exclusiva titularidad personal. Esto no significa, ni mucho menos, que quien haya suscrito una militancia política o disponga de acta de diputado pueda actuar a su libre albedrío. Forma parte de una candidatura que se ha presentado a las elecciones con un programa conjunto y de cuyo cumplimiento debe responder, en todo momento, ante los militantes y los votantes.

De no ocurrir así, como pasa en tantas ocasiones en este archipiélago, se pierde la confianza depositada y se resta eficacia resolutiva. La madurez política pasa, invariablemente, por la capacidad de trabajar en equipo y ser escrupulosos con los compromisos adquiridos. A la vista de la realidad, deberemos admitir, sin embargo, que en estas islas arrastramos todavía abundantes déficits en este sentido y que habrá que trabajar con urgencia para paliarlos y atajar personalismos que están fuera de lugar.