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Llorenç Riera

Imagen y expansión del negocio hotelero

Es el momento de reconducir la situación. Los hoteleros mallorquines se han ganado con el tiempo la fama de invertir fuera y con criterios exclusivos de rentabilidad privada, el dinero que han ganado en la isla.

Lo saben, son conscientes de ello. No quieren renunciar, ni mucho menos, a la expansión exterior pero, a la par, se proponen rescatar los valores autóctonos y difundir el mensaje de que a ellos también les importa la tierra que ha puesto los cimientos a su negocio. Para tal tarea, reclaman la alianza de las instituciones y las autoridades. En lo que no cambian los hoteleros, es en la predisposición a mantener siempre la iniciativa. Disponen de las mejores iniciativas que los gestores públicos se deben encargar de desarrollar. Ese es el discurso.

Tales talantes quedaron ayer reflejados de manera nítida, en Inca, en la escenificación del 60 aniversario de Iberostar. El grupo ha reunido en la ciudad que le vio nacer a 240 de sus ejecutivos y directores de hotel. Lo ha hecho con la intención de celebrar su efemérides y replantearse el futuro a partir de dos ejes básicos, el del afianzamiento, con nuevas inversiones, en la tierra de origen y la mayor expansión internacional. Cuba, ahora sin Fidel Castro, sigue siendo una de las preferencias de Iberostar. Miguel Fluxà, al tiempo que recordaba la industria zapatera de su abuelo que calzó los primeros pasos del actual imperio hotelero, anunció la ampliación en otros 12, la quincena de hoteles que ahora tienen en la isla caribeña. Sin salir de ella, Fluxà hizo otra revelación importante: el Donald Trump que ahora amenaza con cerrar la apertura de Obama, pugnaba hace 6 meses como empresario para abrir hoteles en Cuba. Una cosa es el presidente y otra el magnate, pero no hay incompatibilidad ni problema. Trump lo ha resuelto con la cesión de las empresas a sus hijos.

Los cien millones que dice haber invertido Iberostar en Mallorca en los últimos años tendrán continuidad, pero esto no significa que renuncia a la ampliación de negocio en otras latitudes como Brasil, México o el Caribe, en algunos casos de la mano de otras firmas, como Zara de Amancio Ortega. Se hará con el espíritu de "humildad y cariño" que, según los directivos, permanece desde los orígenes y contando con los 23.700 empleados del grupo.

Pero operaciones de tal envergadura requieren de algunas correcciones. Hay que pulir imagen. Fluxà reconoce que discrepa en lo político de su paisana Francina Armengol, pero la experiencia y la necesidad le llevan a admitir que necesita de su alianza para limpiar imagen, idear crecimientos turísticos más sanos y hacer frente a la saturación, sobre todo en Palma. La presidenta parece admitir el envite al responderle con alusiones a un turismo sostenible y competitivo en lo económico, pero también con sueldos capaces de dar bienestar social a los trabajadores exprimidos. Superado el protocolo, las asperezas llegarán a la hora de concretar y dar forma a todo eso.

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