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Eduardo Jordà

Odio y sobreactuación

Hace unos días, un hombre mató de un disparo de escopeta al director de una sucursal bancaria en una localidad de Ciudad Real. En una edición digital donde se daba la noticia, había 31 comentarios de lectores. Entre estos comentarios, sólo cinco mostraban un mínimo de dolor o de consternación por el asesinato porque fue un asesinato del director del banco. Los demás comentarios rebosaban odio. Casi todos empezaban con la frase "No justifico la muerte de nadie", pero acto seguido introducían el temible adversativo "pero" y a continuación venía la parrafada llena de invectivas furiosas: los banqueros son unos usureros, todos son unos estafadores, eso es lo que pasa con los terroristas financieros, maltratan a los clientes y luego pasa lo que pasa, todo eso se debe a los gobiernos corruptos que recortan sin piedad, etc, etc. Es decir, 26 personas justificaban de alguna manera el asesinato

repito, asesinato de un director de banco. Por descontado que todos sabemos las cosas que han ocurrido en los bancos en estos últimos tiempos basta pensar en la estafa de las preferentes, pero estamos hablando de la muerte violenta de alguien que sólo hacía su trabajo, un trabajo que puede gustar o no, pero que no era más que eso: un simple trabajo. Y en este caso, un 84 % de los comentaristas mostraban comprensión por la muerte de esa persona. Y no sólo eso, sino que muchos cerraban su comentario con una frase que sonaba mucho a amenaza intimidatoria: "Habrá muchos casos más como éste. Al tiempo".

¿Qué nos está pasando? No lo sé, pero desde luego no puede nada bueno. Comprendo que haya mucha rabia en una sociedad que está viviendo lo que hemos vivido en estos últimos años, pero esa rabia se está transformando en odio, y ahí empieza lo peligroso. Porque la rabia es un estado de ánimo que surge del malestar y la incomodad, pero no se dirige contra nada ni contra nadie. En cambio, el odio identifica la causa de la rabia en un agente concreto al que atribuye toda la responsabilidad. Es decir, el odio es esa misma rabia cuando se transforma en una acusación contra alguien a quien se culpa de todas las penalidades y de todas las cosas que nos salen mal. La rabia, en definitiva, no busca un chivo expiatorio, pero el odio sí. Es el odio de los comunistas de los años 30, es el odio de los nazis.

Hace ya cinco años fui a ver algunas de las movilizaciones del 15-M, y recuerdo que en la mayoría de los casos había rabia y frustración y desconcierto y muchas cosas más, pero nunca percibí odio. La rabia de las movilizaciones del 15-M no se dirigía contra nadie en concreto, sino más bien contra el sistema, y ya sabemos que el sistema lo es todo y a la vez no es nada, igual que el número cero (como bien sabe Bob Dylan). Pero ahora el odio se ha infiltrado en nuestra sociedad y no para de crecer. Y ese odio parece teledirigido hacia un culpable que de momento no tiene un rostro determinado. Pero ese culpable va siendo definido y señalado como una confabulación en la que participan las élites económicas, los banqueros, el PP, los corruptos, los ricos y los que no pagan impuestos. Y por supuesto, también los directores de banco de una pequeña localidad de Ciudad Real.

Hace poco, cuando Rita Barberá murió en un hotel de Madrid una muerte tan triste como la del poeta Delmore Schwartz en el Columbia Hotel de Nueva York, un representante de Podemos en Alicante escribió este tuit: "No quiero hacer leña del árbol caído, mejor quemarla, puede arder 7 días y calentar una familia sin recursos". Vale, muy bien, aquí tenemos la rabia convertida en el peor odio de todos, el más tóxico y el más mortífero, porque se intenta camuflar de broma divertida qué ingenio el de este tuitero, santo Dios, y encima se justifica por la más cobarde y más apestosa superioridad moral: con el muerto podemos calentar a una familia sin recursos. Qué bonito, sí, qué bonito. Aquí tenemos el exterminio de los demás convertido en una buena causa. Imagino que este tuitero no tiene ni idea de Historia, así que convendría recordarle que en la historia de la humanidad no ha habido un solo exterminio que no se haya justificado por una buena causa, una causa por lo general heroica y justiciera que pretendía defender a alguien que había sido injustamente pisoteado y humillado (los nazis siempre se hicieron pasar por víctimas traicionadas).

No creo que Rita Barberá fuera una política ejemplar, y hubo mucha sobreactuación en el homenaje que se le rindió en el Congreso, pero también hay mucha sobreactuación en quienes difunden el odio y viven muy bien de rentabilizarlo y explotarlo. Sin duda, se acercan tiempos interesantes.

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