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¿Defensa europea?

El yihadismo, primero, y la victoria de Donald Trump, que ha ganado las elecciones con un discurso que pone en duda el socorro mutuo en el seno de la OTAN, después, han impulsado a la Unión Europea, siempre tan ideológicamente plana y tan influenciable, a resucitar el cadáver de la defensa europea. Este pasado lunes, los ministros de Defensa, a instancias de la alta representante para la Política Exterior, Federica Mogherini, han aprobado unas pobres conclusiones sobre esa estrategia de seguridad y defensa que "fijan la ambición así como acciones concretas para hacer frente a las necesidades de seguridad y defensa actuales y las futuras" de la UE. Juncker, siempre imprudente, ha hablado de un ejército europeo y de bases militares comunitarias, pero los ministros, de momento, se han limitado a plantear la mejora de las respuestas civiles, la coordinación de las misiones, y el establecimiento de un mando operativo con verdadera capacidad de organizar y decidir, evitando el mecanismo actual de ir una por una, que es lento y complicado. "La estrategia no es crear un ejército europeo o unos cuarteles de la UE al estilo de la OTAN", ha reiterado Mogherini al concluir la reunión.

Este pese a todo ambicioso planteamiento tropieza sin embargo con una evidencia desoladora: sólo tres países Polonia, Grecia y Estonia invierten en defensa el 2% del PIB que recomienda la OTAN. España no llega ni al 1%. En estas circunstancias, ¿cómo tienen nuestros ministros el cuajo de plantear un ejército europeo si ni siquiera somos capaces de cumplir con las modestas reclamaciones de la Alianza Atlántica, sostenida de modo casi integral por los Estados Unidos?

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