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Ciudadano Borbón (Como todos)

Una semana disparatada que culmina diez meses disparatados. Por fortuna, se acabó. Y a aquellos que afirman que, al fin y al cabo, hemos estado bien sin gobierno, les diré que: 1) Hemos tenido gobierno durante todo este tiempo, malo pero gobierno, en funciones pero gobierno. 2) De seguir así indefinidamente, la interinidad habría sido una catástrofe democrática para la mayoría de los españoles, al inutilizar el valor de nuestros votos. Dicho todo lo cual, conviene recordar que quien regula nuestras vidas y facilita su disfrute es el conjunto gobierno-parlamento, que pone las carreteras, la sanidad pública y los permisos de conducir (además de evitar, se supone, los abusos y la corrupción). No podemos pasar de él. Otra cosa distinta es quién está al frente y cuáles son las consecuencias; por poner un ejemplo evidente, todos preferimos a Hillary.

Por quitar de en medio una tontería adolescente, el líder de IU, tras haber sido llamado al palacio de la Zarzuela, haber acudido de buena gana y haber consultado las cosas con el Rey, salió diciendo que había charlado con el ciudadano Borbón. Si no fuera tan idiota en 2016, la expresión recordaría a la que se utilizaba durante la revolución francesa para referirse al rey Luis XVI: ci-devant, el antes rey, ahora mero citoyen. Claro que le iban a cortar la cabeza. A lo mejor, el ciudadano Garzón tiene el deseo íntimo de acabar con la monarquía merced a este expeditivo sistema, no lo creo, pero debe considerar que él está donde está gracias a la Constitución, igual que el ciudadano Borbón, y hay unos usos que es conveniente respetar. Ya sabemos que el ciudadano Garzón es republicano como lo son muchos (si no la mayoría) de los ciudadanos diputados. Pero lo cortés no quita lo valiente, ¿no? Al menos su colega revolucionario, Pablo Iglesias, se refiere al Rey como jefe del Estado aceptando el uso constitucional. No tiene demasiada importancia; tampoco la tuvo el gesto de la ciudadana Bescansa amamantando a su bebé en el hemiciclo. Son travesuras adolescentes de patio de colegio.

¿Y ahora?

Empecemos por la izquierda. Hace unos cuantos meses, Podemos podría haber votado a favor de la investidura de Pedro Sánchez. No se entiende por qué, pero no lo hicieron. Prefirieron la denostada pinza. Ahora, sin necesidad de espectáculos teatrales, Pablo Iglesias sería, en efecto, vicepresidente del gobierno? junto a Albert Rivera. Habrían desensillado a Rajoy, que era de lo que se trataba (tanta historia y tanta revuelta para acabar con el líder del PP nuevamente en la silla) y estarían gobernando con dificultad y animada discusión. Las coaliciones son así. Pero tan incomprensible era el no de Sánchez como el no a Sánchez, puesto que a Iglesias le constaba que unas terceras elecciones acabarían dañando severamente a su partido y que, por encima de todo, le convenía estar en el gobierno. Pero, amigo, la rectificación llegó tarde. ¿A qué viene decirle ahora al PSOE que deberían constituir el bloque de izquierdas para gobernar? No lo hicieron cuando podían.

Tampoco al secretario general del PSOE le convenían unas terceras elecciones. Todos somos conscientes de ello. Por eso no entiendo este aparente suicidio programado de los socialistas. En estas circunstancias no había más salida que permitir la continuidad de Mariano Rajoy. Por eso era obvio que debía acudirse a la abstención técnica (es decir, de once diputados del PSOE) para reinstalar al PP en el gobierno. ¿Cómo? Dando libertad de voto a los diputados socialistas pero asegurándose de que una gran mayoría de ellos votaban no. Se habría salvado sin desgarros la pureza de la negativa. En fin, al tiempo: el PSOE junto a Podemos será una formidable oposición: Rajoy se verá en la obligación de rezarle todas las mañanas un triduo a la Macarena para que le vaya bien el día.

Sería humorístico que Pedro Sánchez volviera a la secretaría general para administrar la oposición al PP. Y sería maquiavélico que lo hubiera negociado así en el comité federal antes de marcharse. Pero no: estas cosas solo ocurren en las películas. Y ahora Podemos se ve en la desesperada necesidad de demostrar que solo ellos son la oposición, como si pudiera silenciar al PSOE arrinconándolo en una derecha a la que no pertenece.

¿Y el PP? Van a pasar un duro invierno, descubriendo dos cosas que desconocen: el valor de la negociación y la seriedad de una reprobación. Contrariamente a lo que se dice, la legislatura va a ser breve porque Rajoy no va a aguantar el calor de las llamas y va a tener que especular con la posibilidad de que unas elecciones anticipadas aumenten el peso de su partido. Eso depende de cómo lo hagan desde el PSOE. ¿ El PSOE dañado? No: confuso, vivo y más o menos en marcha.

Dios nos coja confesados.

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