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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El nihilismo avanza

El populismo tiene respuestas para todo. Si en un primer momento Podemos decía no a Europa, quería salir del euro y de la OTAN, y presentaba su programa económico más radical nacionalizando la banca, después se trocó en fuerza socialdemócrata para recoger a los votantes desengañados del PSOE, para acabar votando con Rajoy y el PP contra la investidura de Sánchez tras el pacto del PSOE con Ciudadanos. Después de las elecciones del 26J y haber fracasado en el intento de sorpasso al PSOE, que daban por descontado, se ha producido un debate interno entre Iglesias y Errejón sobre la estrategia a seguir después del fracaso del plan secreto de Sánchez para formar gobierno pactando con ellos y el independentismo catalán. El PSOE ha implosionado en su deriva del no a la abstención y Podemos queda como fuerza parlamentaria sin capacidad para impulsar cambios políticos en el país. Es entonces cuando Iglesias culpa a la moderación de Errejón del fracaso electoral y reivindica la agitación de las masas para forzar los cambios que les han negado los electores. El violento boicot a la conferencia de Cebrián y González en la Autónoma de Madrid con las célebres alusiones a la cal viva que vomitó Iglesias en el Congreso, es justificado por éste y por su novia Irene Montero, portavoz adjunta de Podemos con un argumento genial. Si decían desde su irrupción en el panorama político que el sistema de 1978 era una democracia degenerada a la que había que regenerar, ahora, con tal de defender a los boicoteadores enmascarados, dicen que el éxito del boicot demuestra que la democracia funciona (sic).

En relación a la votación de la investidura de Rajoy, ha trascendido que el PSIB ha autorizado a sus dos diputados, Pere Joan Pons y Sofía Hernanz, a que voten en contra. Por ética y moral, dice Pons. Dicen que discrepan de la línea fijada por la gestora del PSOE y que por ello no acatarán la decisión de abstenerse aprobada por mayoría en el comité federal, en plena sintonía con la dirección del PSIB. Quieren ser coherentes y reclaman que sea la militancia la que imponga su criterio. Analicemos los términos expuestos. 1) Los dos diputados no son diputados del PSIB (a diferencia de los del PSC), son diputados del PSOE a quienes el PSIB no puede autorizar a nada. El PSIB "propuso" a los candidatos a diputados. Quien los nombró candidatos fue el comité federal del PSOE; y no representan ni al PSIB ni al PSOE sino a todos los españoles, no existe mandato imperativo 2) La línea fijada de abstenerse no es una decisión vinculante de la gestora, aunque su presidente hubiera manifestado esa preferencia, sino una decisión vinculante del comité federal aprobada por mayoría de 139 votos contra 97. 3) Por ética y moral no pueden desentenderse del compromiso que adquirieron con el organismo que los nombró, el comité federal. Por ética y moral estarían obligados, como hicieron Nicolás Redondo y Antón Saracíbar, dirigentes de UGT y diputados socialistas, en desacuerdo con las medidas sociales que impulsaba el gobierno de González, a entregar sus actas de diputados. 4) Si votan en contra de lo establecido por el máximo órgano de dirección del PSOE entre congresos en resolución aprobada por mayoría de votos, deben saber que se posicionan en contra del principio democrático de respetar la decisión de la mayoría. 5) La votación en la investidura no es una votación en la que se pueda reivindicar la libertad de voto porque no es una votación de conciencia sino una votación política. No está en juego ni la moral ni la ética, sino la lealtad o deslealtad a un partido que ha tomado democráticamente una posición política. El argumento de la coherencia con el programa electoral del "no" a Rajoy decae por el resultado electoral que da la victoria a Rajoy que aboca a terceras elecciones. Sánchez y el PSOE se comprometieron antes de las elecciones municipales y autonómicas a que jamás pactarían con el populismo. Que Francina Armengol presida esta comunidad invalida el argumento utilizado.

La última tentativa de los sanchistas es reclamar una abstención técnica o la libertad de voto. Es decir, en el primer caso, que sólo se abstengan los once diputados necesarios para que en segunda votación Rajoy tenga más votos positivos que negativos. Es una posición vergonzante. Un partido serio y responsable no puede posibilitar la elección de Rajoy con la abstención de once de sus diputados y, simultáneamente, haciendo "como si" estuviera en contra de la misma, con el resto de diputados votar no. Es la opción de los profesionales de la política que pretenden conseguir sus objetivos burlando a los ciudadanos, un engaño y una tomadura de pelo. En el segundo caso, la libertad de voto, es, no sólo legítima, sino necesaria cuando el diputado ha sido elegido directamente por los ciudadanos, como en el sistema mayoritario. Cuando ha sido elegido en una lista de un partido, el voto del ciudadano no ha sido directamente al candidato sino a la lista del partido. Defender la libertad de voto en el sistema electoral y político que tenemos es tanto como apuntarse al pelotón de fusilamiento de los partidos y del propio sistema. Puro nihilismo.

González, Rubalcaba, Císcar y compañía, partidarios de la abstención y, según parece, conchabados para deshacerse de Sánchez, se lamentan ahora de posiciones como la del PSC y del PSIB y apelan a la lealtad partidaria. Pero tendrían que recordar, en estos dos casos, que fueron ellos los que alimentaron la serpiente del nacionalismo, maniataron a los fiscales en el caso Pujol y Banca Catalana y pactaron (como Aznar) con los nacionalistas para asegurar la estabilidad del gobierno, mirando hacia otra parte cuando las leyes españolas no se aplicaban en Cataluña. Zapatero, la del nacionalismo (aceptaré el estatuto que venga del parlamento catalán) y la del odio (pacto del Tinell). Iceta, era fontanero mayor en la presidencia del gobierno, con González y Serra. A principios de los noventa del siglo pasado, en plena tensión entre felipistas y guerristas, los primeros auspiciaron la consolidación de los sectores nacionalistas, a quienes veían como aliados estratégicos internos. No tuvieron los más mínimos escrúpulos en violar desde Madrid los propios estatutos del PSOE, el reglamento de asambleas, para favorecer a sus aliados (que sólo eran circunstanciales). No existe en el PSOE una instancia imparcial que dirima conflictos, se hace lo que decide la ejecutiva o el secretario de organización y punto. Todo el mundo puede recordar la foto tomada en Palma en la que Rubalcaba acariciaba la mejilla de la hoy encarcelada Maria Antònia Munar, bendiciendo el pacte de progrés de Antich, el pacto de la izquierda con la derecha nacionalista corrupta. Ahora, las criaturas se rebelan. Y de todo ello, y de la podemización de la militancia, son responsables los supuestos socialdemócratas ortodoxos. La introducción de las primarias en un sistema incompatible con ellas al crear legitimidades diferentes, mezclando democracia directa con democracia representativa, ha contribuido, junto a los defectos de la Transición, la deficiente gestión económica y la corrupción, a la voladura del partido y quizá del sistema: al abismo del asambleísmo, al populismo, al nihilismo del "no es no", al desorden, y, consiguientemente, al triunfo de la derecha.

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