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Política esencial

Durante diez meses, el país ha funcionado por inercia, lo que da idea de que disponemos unas estructuras maduras perfectamente capaces de soportar automáticamente el peso del Estado sin vacilaciones ni debilidades incapacitantes. Con paciencia infinita, la sociedad ha esperado a que la superestructura política se pusiera de acuerdo consigo misma tras la renovación impuesta por el propio electorado, pero ahora, a buen seguro, espera que las aguas retornen a su cauce, que cada cual asuma el rol que le ha correspondido y que las cosas vuelvan a funcionar como deben.

Quiero decir que ha habido tiempo, demasiado tiempo, para fuegos de artificio, retórica a espuertas, contrastes ideológicos sin cuento y discusiones infinitas. Y que ahora toca sentarse a trabajar en el modelado del país, taponando las vías de agua, avanzando de nuevo expresamente hacia el futuro con la ilusión de quien se cree capaz de mejorarlo.

Tras muchos meses de estrategia y de táctica, es hora de volver a la política esencial, que consiste en atender los requerimientos de la ciudadanía, mejorar la vida de la gente, prevenir los achaques de quienes quedarán descolgados, anticiparse al fracaso de quienes se lo juegan todo en el proceso educativo, revisando una organización territorial que tiene varias vías de agua, participando en la gran ceremonia de la autodeterminación de un país seguro y exigente que tiene derecho a la esperanza.

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