Las hepatitis o infecciones hepáticas de causa viral constituyen actualmente uno de los grandes problemas de salud pública a nivel mundial. Están causadas por los denominados virus de la hepatitis (A,B,C,E). Las hepatitis A y E se transmiten preferentemente por la vía fecal-oral a través de las aguas ambientales contaminadas; son una infección endémica en los países en vías de desarrollo, provocando epidemias anuales con miles de casos. Aunque en la mayoría de ocasiones son infecciones benignas que se curan por si mismas, pueden asociarse a insuficiencia hepática aguda y al fallecimiento del paciente. Las embarazadas pueden presentar hasta un 20% de mortalidad cuando padecen la hepatitis E.

Se estima que cerca de 750 millones de personas carecen en el mundo de una fuente diaria de agua potable y que 2.500 millones, más de un tercio de la población mundial, viven en países con servicios sanitarios y de salud pública deficitarios e ineficientes que facilitan y favorecen la fácil y rápida expansión de todas estas hepatitis víricas.

Las hepatitis B y C se trasmiten a través de la sangre y los fluidos corporales, así como a través del contacto sexual. Aunque la mayoría de estas infecciones son agudas en un porcentaje no despreciable se hacen crónicas, desarrollan cirrosis hepática y acaban en un cáncer hepático. En la actualidad sólo disponemos de vacunas eficaces frente a la hepatitis A y B, aunque en la China se comenzó a vacunar de la hepatitis E en 2011 sin que se conozcan los resultados. Estas dos primeras vacunas han conseguido disminuir drásticamente la pandemia de hepatitis A y B, pero sólo en los países desarrollados, siendo en estos momentos la hepatitis C el principal problema de salud pública en ellos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), a través del estudio sobre la carga global de las diferentes enfermedades, ha estimado que a nivel mundial entre los años 1990 y 2013 el número de fallecimientos atribuibles a las hepatitis víricas había aumentado un 63%. Así mismo se ha producido un incremento del 34% en años de vida perdidos por esta infección. Las muertes por hepatitis víricas, cirrosis y cáncer hepático eran la novena causa de muerte en el mundo en 1990 y pasaron a ser la séptima causa en 2013. Las tasas mas altas de mortalidad se han registrado en Oceanía, África subsahariana y Asica central. En 2013 sólo las infecciones respiratorias (cuarto lugar) estaban por encima de las hepatitis como principal causa de muerte mundial; mientras que el Sida, la tuberculosis y la malaria ocupaban puestos por debajo de ellas.

Se calcula que las hepatitis víricas en el mundo son responsables de cerca de 1,4 millones de fallecimientos cada año, cifra similar a la asociada al sida y la tuberculosis. De estas muertes el 47% aproximadamente están causadas por el virus de la hepatitis B, el 48% por el virus C y el resto por los otros dos virus. Este tipo de hepatitis representan un problema añadido de incremento de la mortalidad para las personas infectadas por el VIH. Se calcula que 2,9 millones de personas con este virus están coinfectadas con el virus de la hepatitis C y 2,6 millones con el de la hepatitis B. En Estados Unidos mueren actualmente más personas por las complicaciones derivadas del virus de la hepatitis C (15.000/año) que las causadas por el propio VIH (13.000/año). De forma parecida, en la Unión Europea se calcula que este virus causó en 2010 unas 50.000 muertes frente a las 8.000 causadas por el VIH. Pero no sólo es reseñable la mortalidad global asociada a estos virus sino que además se ha establecido que cerca de 240 millones de personas presentan hepatitis crónica tipo B y entre 130-150 millones de tipo C, con el coste de la asistencia sanitaria que ello comporta para los países en vías de desarrollo. De todas estas personas sólo el 5% están actualmente recibiendo un tratamiento antiviral específico.

Según un informe de la OMS, sin una actuación rápida y eficiente a nivel global el número de personas infectadas por la hepatitis B irá en aumento en los próximos 40-50 años, alcanzando los 20 millones de fallecimientos entre 2015 y 2030. Algo similar está ocurriendo con la hepatitis C, el número de casos se incrementa año tras año a pesar de la existencia de un tratamiento muy eficaz, eso sí muy costoso y no accesible a los países con tasas más elevadas y en expansión.

Uno de los principales problemas a escala mundial de las hepatitis víricas es que sólo el 10% de los pacientes que las padecen están diagnosticados. Por ello la OMS reclama un esfuerzo sanitario a los países para implementar planes de diagnóstico rápido y fácil que permitan conocer la situación real de estas infecciones en cada uno de ellos. Mientras existan pacientes infectados y no diagnosticados los virus seguirán transmitiéndose e infectando a nuevas personas sin que se pueda eliminar ni erradicar este tipo de enfermedad.

El objetivo de la OMS, en su programa sobre estrategias frente a las hepatitis víricas 2016-2021, es incrementar el diagnóstico y tratamiento de las hepatitis B y C hasta el 80% de los afectados y vacunar de la hepatitis B al 90% de la población mundial. Todo ello supone un coste en este período de cerca de 12.000 millones de dólares, que debería hacerse cargo cada uno de los países afectados.

En países como el nuestro la situación sanitaria de estas patologías es muy esperanzadora. Con la introducción sistemática de la vacuna frente a la hepatitis B en la infancia y el incremento en el número de pacientes con hepatitis C tratados, las tasas y la prevalencia de estas dos infecciones víricas van a descender en los próximos años. El coste global de estos procesos es difícil de calcular pero todos creemos que merece la pena que se utilicen nuestros impuestos para este fin, es justo y necesario.

* Doctor de la Unidad de Virología del Hospital Universitario Son Espases