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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Una respuesta muy deficiente

La reacción del Govern ha sido tibia y tardía en el caso de la niña atacada por sus compañeros en Son Roca. No mandar un mensaje contundente de que la violencia escolar tiene consecuencias graves para quienes la ejercen envía justo el contrario.

Seis días ha tardado la conselleria de Educación en ofrecer algún comentario oficial sobre la agresión que sufrió una niña de ocho años en el colegio Anselm Turmeda de Palma el miércoles de la semana pasada a manos de media docena de alumnos mayores que ella. El departamento cuenta con un organigrama amplio que incluye una dirección general de Comunidad Educativa, pero nadie ha dicho esta boca es mía hasta que el titular del departamento, Martí March se vio obligado a pronunciarse el martes en el Parlament. No aclaró del todo las cosas sobre un asunto que ha tenido un impacto brutal sobre la opinión pública a nivel nacional, y que no ofrece precisamente buena imagen de los servicios básicos de esta tierra. Lo que ocurrió en el patio de esa escuela aún se está investigando; sí había vigilancia de dos profesores en el tiempo de recreo; no existía ninguna denuncia previa de hostigamiento a la estudiante; respaldo al equipo directivo del centro y poco más, dijo el conseller. Eso desmiente con la boca pequeña la versión de la familia, según la cual la menor, que se había quejado de que la insultaban y amenazaban con frecuencia, fue atacada sin que hubiera un adulto en las inmediaciones y después nadie la acompañó al médico para que se valorase su estado, que requirió de un día de observación hospitalaria en Son Espases. En los pasillos del Parlament, March rechazó la "lamentable agresión" y mostró su apoyo a la niña. De eso tan simple se trataba. De condenar de plano cualquier acto de violencia en el entorno de la enseñanza, sea de la intensidad que sea, a poder ser al día siguiente del suceso, con una explicación extensa de los protocolos que sigue la escuela pública para garantizar la convivencia en las aulas. Así se tranquiliza a los padres, que están esperando saber de qué manera se escarmentará a los agresores, y se manda un mensaje claro contra el acoso y en favor del respeto a los compañeros, a los profesores y a toda la comunidad educativa. Una reacción tardía suena a coartada cuando ya la situación se ha crispado sin remedio.

He conocido de forma directa y cercana media docena de casos de niños y adolescentes que han sufrido acoso escolar en colegios público, privados y concertados de Mallorca y todos han acabado con la víctima abandonando el centro para preservar su integridad, y en lo posible pasar página. Nunca se ha hecho justicia, ni se ha conocido el arrepentimiento de los malos. En todas esas historias de vejaciones que ponen los pelos de punta los padres se encontraron con un muro de incomprensión, falta de pruebas y con la dificultad de actuar contra los autores de las amenazas por tendencia de todo el sistema a mirar hacia otro lado, las familias de los agresores las primeras. En los episodios más graves, todos esos suicidios de adolescentes en los que oficialmente no medió hostigamiento organizado. ¿Componen una estadística creíble o solamente cómoda? Lo podemos debatir en el próximo congreso o seminario sobre el acoso escolar que se convoque, la teoría se nos da mejor que la práctica. Creo que en la agresión de Son Roca se ha actuado con cierta tibieza y que si no se manda alto y claro el mensaje claro de que cada acto de violencia contra un compañero tiene consecuencias graves, se está enviando el contrario. Que son cosas de chavales. Incontrolables como la vida misma.

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